Iglesia Remanente

Salmo 90

       

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Salmo 90 (91)

Premio de la confianza

1*Tú que te abrigas

en el retiro del Altísimo,

y descansas a la sombra

del Omnipotente,

2di a Yahvé:

“¡Refugio mío y fortaleza mía,

mi Dios, en quien confío!”

3Porque Él te librará

del lazo de los cazadores

y de la peste mortífera.

4*Con sus plumas te cubrirá,

y tendrás refugio bajo sus alas;

su fidelidad es escudo y broquel.

 

5*No temerás los terrores de la noche,

ni las saetas disparadas de día,

6ni la pestilencia que vaga en las tinieblas,

ni el estrago que en pleno día devasta.

7*Aunque mil caigan junto a ti

y diez mil a tu diestra,

tú no serás alcanzado.

8Antes bien, con tus propios ojos contemplarás,

y verás la retribución de los pecadores.

 

9*Pues dijiste a Yahvé:

“Tú eres mi refugio”,

hiciste del Altísimo tu defensa.

10No te llegará el mal

ni plaga alguna se aproximará a tu tienda.

11*Pues Él te ha encomendado a sus ángeles,

para que te guarden en todos tus caminos.

12Ellos te llevarán en sus manos,

no sea que lastimes tu pie contra una piedra.

13*Caminarás sobre el áspid y el basilisco;

hollarás al león y al dragón.

 

14* “Por cuanto él se entregó a Mí,

Yo lo preservaré;

lo pondré en alto

porque conoció mi Nombre.

15*Me invocará, y le escucharé;

estaré con él en la tribulación,

lo sacaré y lo honraré.

16Lo saciaré de larga vida,

y le haré ver mi salvación.”

 



* 1 ss. Es este Salmo “el himno triunfal de la confianza en Dios” (Vaccari). Su tema es la protección que Dios otorga a los que tienen puesta en Él su esperanza (véase Salmo 32, 22). La Iglesia lo pone en las Completas del Domingo. El Salterio Romano usa, como Vaccari, el vocativo: Tú, que te abrigas, en concordancia con el versículo 3. Muchos otros (Rembold, Calès, Crampón, Ubach, etc.) mantienen como LXX y Vulgata la tercera persona: El que se acoge... descansará. En realidad el hebreo no tiene ni una ni otra forma sino que empieza refiriéndose (como si fuese un título) al que se aloja en lo secreto del Altísimo como para pasar la noche en la tienda del Omnipotente (Schaddai, como en Salmo 67, 15), y luego sigue en primera persona: Digo a Yahvé, etc. De ahí que algunos propongan para todo la primera persona: Habitando… digo, etc.

* 4. Lo que aquí se dice del Padre celestial lo dice también Jesús de sí mismo en Mateo 23, 27. Su fidelidad: La enseñanza sobre esa lealtad de Dios, indefectible y protectora (cf. Salmos 24, 10; 88, 15 y nota), es aplicable también a la verdad de Dios, la cual nos defiende como un escudo (así la versión de los LXX), tanto de nosotros mismos cuanto de Satanás y del mundo, contra las tremendas seducciones del error. Cf. Salmos 26, 1; 111, 7; Proverbios 3, 3; 20, 28 y Juan 8, 32; 14, 6; 17, 3 y 17; Efesios 4, 14; II Tesalonicenses 2, 10 y notas.

* 5 s. Es decir que para él tanto da el que los enemigos sean visibles u ocultos.

* 7. Lo que Dios nos ofrece aquí es, como podemos observar, un verdadero privilegio, de ésos que Él se complace en prodigar a sus amigos íntimos (cf. Salmo 24, 14; Éxodo 35, 31; Mateo 6, 33; Juan 14, 23, etc.), sin que nadie pueda pedirle cuenta de sus preferencias (Mateo 20, 13; Romanos 9, 15; Santiago 4, 12, etc.).

* 9. Pues dijiste: Así también Crampón, Calès, Rembold, etc. Es el acto de confianza que se hizo en el versículo 2. Tal es la única condición de tantos beneficios (versículos 1 s. y 14).

* 11. En Mateo 4, 6 y Lucas 4, 10 el diablo aplica esta promesa al Mesías, pero ella, como se ve por el contexto, es para todos los que confían en Dios (cf. versículos 2, 9 y 14) y contiene la consoladora noticia de los Ángeles de la guarda. Sobre la misión de estos amigos celestiales, véase Hebreos 1, 14; Judit 13, 20; Tobías 8, 3; 12, 12; Lucas 16, 22; Hechos 12, 15; Mateo 18, 10; Génesis 48, 16; Salmo 67, 18 y nota.

* 13. Jesús hizo a sus discípulos igual anuncio (Marcos 16, 18; Lucas 10, 19), que se cumplió al pie de la letra durante los tiempos apostólicos (cf. Hechos 28, 6; Hebreos 8, 4 y nota), con toda clase de milagros (Hechos 3, 1 ss.; 5, 12-16; 19, 12; 20, 9-12; 28, 6 y 8). La Escritura deja de hablar de ellos y de los carismas visibles desde que San Pablo declara solemnemente el fin de su misión entre los judíos (Hechos 28, 28) y empieza a explayar a los gentiles el “misterio escondido” de la Iglesia (Efesios 3, 9; Colosenses 1, 26). Cf. Filipenses 2, 27; I Timoteo 5, 23; II Timoteo 4, 20, donde el gran apóstol y taumaturgo no hace ya intento alguno de milagro, ni en adelante se menciona en el Nuevo Testamento ningún otro suyo ni de los demás apóstoles.

* 14. Toma la palabra el mismo Dios para confirmar, como en el versículo 9, que la confianza en Él (y su conocimiento, del cual proviene esa confianza) es lo que nos asegura estos privilegios (cf. Salmos 9, 11; 35, 11; 32, 22). Notemos que conocer a Dios es conocer sus pensamientos, no sólo su existencia. Para lo primero Él nos da su Palabra, donde nos muestra su corazón, su Espíritu, su voluntad, su amor, sus hechos, sus promesas (cf. Salmo 91, 6 y nota). Para lo segundo basta la naturaleza. Cf. versículo 7 y nota.

* 15. “Cuando te vieres atribulado, dice el Doctor de Hipona, no temas, ni quieras pensar que Dios no está contigo. Ten fe, y Dios estará contigo en aquella hora de prueba… Dormía Cristo en la nave y los hombres estaban a punto de perecer. Si Él parece dormido para ti, es que en tu pecho la fe está dormida; porque Cristo vive en ti por la fe” (Efesios 3, 17).