Iglesia Remanente

Salmo 26

       

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Salmo 26 (27)

Espera confiada

1*De David.

Yahvé es mi luz y mi socorro;

¿a quién temeré?

La defensa de mi vida es Yahvé;

¿ante quién podré temblar?

2Cada vez que me asaltan los malignos

para devorar mi carne,

son ellos, mis adversarios y enemigos,

quienes vacilan y caen.

3Si un ejército acampase contra mí,

mi corazón no temería;

y aunque estalle contra mí la guerra,

tendré confianza.

 

4*Una sola cosa he pedido a Yahvé,

y esto sí lo reclamo:

[habitar en la casa de Yahvé

todos los días de mi vida];

contemplar la suavidad de Yahvé

y meditar en su santuario.

5*Porque en el día malo

Él me esconderá en su tienda;

me tendrá seguro

en el secreto de su tabernáculo,

y me pondrá sobre una alta roca.

 

6*Entonces mi cabeza se alzará

por encima de mis enemigos en torno mío,

e inmolaré en su tabernáculo

sacrificios de júbilo;

cantaré y entonaré salmos a Yahvé.

 

7Escucha, oh Yahvé, mi voz que te llama;

ten misericordia de mí y atiéndeme.

8*Mi corazón sabe

que Tú has dicho: “Buscadme.”

Y yo busco tu rostro, oh Yahvé.

9No quieras esconderme tu faz,

no rechaces con desdén a tu siervo.

Mi socorro eres Tú;

no me eches fuera,

ni me desampares,

oh Dios, Salvador mío.

10*Si mi padre y mi madre me abandonan,

Yahvé me recogerá.

 

11Muéstrame, oh Yahvé, tu camino,

y condúceme por la senda llana

a causa de los que me están asechando.

12*No me dejes entregado

a la voluntad de mis enemigos,

porque se han levantado

contra mí falsos testigos

que respiran crueldad.

13* ¡Ah, si no creyera yo

que veré los bienes de Yahvé

en la tierra de los vivientes!

14 *¡Aguarda a Yahvé y ten ánimo;

aliéntese tu corazón y aguarde a Yahvé!



* 1. La fecha y ocasión de este Salmo se indican en los LXX por el epígrafe: “Antes de ser ungido”, referente sin duda a la segunda unción de David (II Reyes 2, 4), como rey de Judá, es decir, cuando aún le esperaba, no la persecución de Saúl, que ya había muerto (ibíd.), pero sí la guerra civil con sus sucesores (II Reyes 2, 8 ss.). No se trata, pues, de la unción como rey de todo Israel, como afirman algunos, pues ésta sólo tuvo lugar en II Reyes 5, 3 y fue la tercera, ya que la primera tuvo lugar en I Reyes 16, 13. Este Salmo expresa la más plena confianza en Dios y el ardiente anhelo por la Casa del Señor: virtudes ambas características del santo poeta.

* 4. Las palabras habitar... vida, exceden la medida del verso y son probablemente una cita marginal del Salmo 22, 6. Sobre el ansia de David por el Santuario, véase Salmo 25, 8 y nota. Cf. Salmo 41, 5 y nota.

* 5. Recuerda un episodio relatado en I Reyes 21, 6: David, desfallecido de hambre, encontró amparo y alimento (los panes de la Proposición) en el Tabernáculo del Señor. Jesús cita el pasaje en Mateo 12, 3 ss., para dar una bellísima lección a los fariseos.

* 6. Sacrificios de júbilo: Al son festivo de las trompetas y acompañados de las aclamaciones del pueblo (cf. I Reyes 4, 5; II Reyes 6, 15).

* 8. La traducción es según Rembold. Tenemos aquí una de las más exquisitas luces místicas para la vida espiritual: no pretender “conocerse a sí mismo” como los paganos, sino salir de sí mismo y “fijar los ojos en Cristo, autor y consumador de la fe” (Hebreos 12, 2). Cf. Salmo 118, 37 y nota. También tiene una trascendencia escatológica, como anhelo de contemplar a Aquel que viene. Cf. versículo 14; Salmo 16, 15; I Juan 3, 2; Apocalipsis 22, 20 y notas.

* 10. Sobre esta suavidad de la divina misericordia, superior en firmeza al amor materno, véase Isaías 49, 15 y 66, 13, de donde Santa Teresa de Lisieux dedujo la doctrina del amor misericordioso. Es ese amor el que allanará siempre nuestra senda a pesar de los feroces enemigos (versículo 11); lo halla todo el que de veras busca la amistad del divino Padre y de Jesús. Cf. Juan 15, 18 ss.

* 12. Que respiran crueldad: La Vulgata usa aquí una expresión que se había hecho célebre: “La iniquidad se ha mentido a sí misma.”

* 13. Si no creyera: “El sentido en el texto masorético queda incompleto, debiendo sobreentenderse: desgraciado de mí o cosa parecida. Suprimiendo la partícula condicional, el sentido es claro: Creo que he de ver (o gozar) los bienes o bondad del Señor” (Prado). En la tierra de los vivientes: Cf. 51, 7; 96, 1; 114, 9; 141, 6; Job 19, 25-27; Isaías 38, 11; Zacarías 12, 10; Apocalipsis 1, 7, etc. San Agustín exclama en este pasaje: “¡Oh bienes del Señor, dulces, inmortales, incomparables, sempiternos, inconmutables, y cuándo os veré, oh bienes del Señor! Creo que los tengo que ver pero no en la tierra de los que mueren, sino en la tierra de los que viven.” Cf. I Corintios 15, 51 ss. (texto griego) y I Tesalonicenses 4, 15-17.

* 14. ¡Aguarda a Yahvé!: Como los patriarcas ansiaban la venida del Mesías, así hoy nuestros suspiros han de ser por su retorno. Es la “bienaventurada esperanza” (Tito 2, 13) a que nos convidan las Escrituras y con la cual termina su última página (Apocalipsis 22, 17 y 20). “Se observará tal vez, dice un autor, que la expectativa de que Jesús retorne cuando menos lo esperamos, podría retraernos del interés por emprender trabajos de apostolado y aun empresas de progreso temporal, pues quedarían sin valor cuando Él viniese. Tal es, contesta, el lenguaje propio de la mundanidad. ¿Lamentaremos acaso que Jesús haya insistido en ese anuncio? ¿Le diremos que ha estado imprudente en hacerlo y que no pensó bien en las consecuencias? La verdad es que toda objeción de nuestra parte a esta tan dichosa esperanza no puede explicarse sino por una evidente ausencia de amor y deseo de que Él venga, y por un apego a este mundo, que hace insoportable la continua probabilidad de su venida. Porque ¿quién se quejará de que en todo momento haya probabilidad de que le ocurra un inmenso bien? Observemos además que tales quejas (cf. II Pedro 3, 3 s.) serían infundadas en cuanto al retraimiento de las obras espirituales, pues, como han observado muchos, fue esa esperanza lo que hizo la santidad de los primeros cristianos.” Cf. Santiago 5, 9; II Pedro 3, 14 s.; I Juan 4, 17; Apocalipsis 22, 10 y notas. Y en cuanto a las empresas temporales, no se trata de no hacerlas, sino de no poner en ellas el corazón, como lo dice claramente San Pablo (I Corintios 7, 29-31).