Iglesia Remanente

Salmo 112

       

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* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)

 

Salmo 112 (113)

Cómo el Altísimo exalta a los humildes

1*¡Hallelú Yah!

Alabad, siervos de Yahvé,

alabad el Nombre de Yahvé.

2Sea bendito el Nombre de Yahvé,

desde ahora y para siempre.

3*Desde el nacimiento del sol hasta su ocaso

sea ensalzado el Nombre de Yahvé.

 

4*Excelso es Yahvé

sobre todas las naciones,

sobre los cielos, su gloria.

5 ¿Quién hay en los cielos y en la tierra,

comparable al Señor Dios nuestro,

que tiene su trono en las alturas

6y se inclina para mirar?

 

7*Alza del polvo al desvalido

y desde el estiércol exalta al pobre

8para sentarlo con los nobles,

entre los príncipes de su pueblo.

9Él hace que la estéril viva en hogar,

madre gozosa de hijos.

 



* 1. Los Salmos 112 a 117 forman el Hallel o alabanza (de ahí el Aleluya) que se cantaba, entre otras partes, en la cena pascual; y por eso suele decirse que tal fue el “himno dicho” en la Última Cena (Mateo 26, 30; Marcos 14, 26), si bien algunos creen, como Santo Tomás, que allí se alude a la Oración de Jesús en Juan 17. También vemos un “Hallel” en el Salmo 135 (el “gran Hallel”) y en los Salmos 145-150. Siervos, del hebreo abdé, que los LXX vertieron en griego: país y la Vulgata y otros latinos: puer (niño) de donde el Salmo todavía se aplica a la sepultura de los párvulos y San Agustín hace notar que sólo los niños e inocentes alaban al Señor mientras que los soberbios no saben alabarle (cf. Salmo 8, 3; Mateo 21, 16). Según Fillion “es la raza entera de Israel lo que aquí se designa por el glorioso nombre de servidores del Señor. Cf. 68, 37, etc.”

* 3 s. Cf. Malaquías 1, 11; 3, 3.

* 4 ss. Con el cardenal Faulhaber y otros autorizados exégetas (Dom Landersdorfer, Wutz, Calès, etc.) leemos en esta forma el precioso texto que expresa así, en forma perfectamente clara, el prodigio de la llaneza divina. Según el orden literal resultaría que Yahvé se inclina también para mirar en el cielo. Así lo toma la mayoría de los intérpretes. Esta característica de Dios, que desafía toda prudencia humana, sólo se explica por el hecho consolador de que su Corazón es atraído por la miseria de un modo irresistible: Cf. Salmos 85, 1; 91, 6; 102, 13; 113 b, 16 y notas.

* 7 ss. Estos ejemplos de la preferencia de Dios hacia los pequeños y desvalidos son incontables en la Sagrada Escritura. David fue llamado al trono desde los rebaños (I Reyes 16, 1 ss.); Sara, madre de Isaac; Ana, madre de Samuel; Isabel, madre del Bautista, fueron fecundadas no obstante su esterilidad, la cual era reputada castigo de Dios y exponía al desprecio (I Reyes 2. 5). Por su parte Jesús, espejo perfectísimo del Padre (Hebreos 1, 2 s.), fue llamado “signo de contradicción” (Lucas 2, 34) porque muestra esas mismas características que el Padre, y todo su Evangelio es una constante ostentación de tal conducta que el mundo halla paradojal hasta el extremo y que según San Pablo parecía —y sigue pareciendo— escandalosa a los ritualistas judíos y loca a los racionalistas gentiles. En sólo San Lucas podemos ver, con inmenso provecho de nuestra alma, incontables pruebas que están enumeradas en nuestra nota a Lucas 7, 23.