Ester 13 |
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8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 |
15 | 16 |
Primer edicto del rey
1*
“El muy grande Artajerjes, rey desde la India hasta
Etiopía, a los príncipes y gobernadores de las ciento
veinte y siete provincias sujetas a su imperio, salud.
2*Siendo
yo rey de muchísimas naciones, y habiendo sometido a mi
dominio toda la tierra, no he querido en modo alguno
abusar de la grandeza de mi poderío, sino antes bien
gobernar a mis súbditos con clemencia y mansedumbre,
para que pasando una vida tranquila, sin temor alguno,
gozasen la paz deseada de todos los mortales. 3Consultando
con mis consejeros cómo esto podría conseguirse, uno de
ellos, llamado Amán, que aventajaba a los demás en
sabiduría y lealtad y era el segundo después del rey,
4me hizo conocer la existencia de un pueblo
disperso por toda la tierra, que se gobierna con leyes
nuevas, y que, oponiéndose a la costumbre de todas las
gentes, menosprecia las órdenes de los reyes, y con sus
disensiones turba la concordia de todas las naciones.
5Lo cual entendido por Nos, viendo que esta
sola nación, contraria a todo el género humano, sigue
leyes perversas, desoye nuestros mandatos y perturba la
paz y concordia de las provincias que Nos están sujetas:
6*hemos
decretado que todos los que señalare Amán —el cual tiene
la superintendencia de todas las provincias; y es el
segundo después de Nos, y a quien honramos como a padre—
sean exterminados por sus enemigos, juntamente con las
mujeres e hijos, el día catorce del mes duodécimo de
Adar, del presente año, sin que nadie los perdone;
7a fin de que esos hombres malvados, desciendan al
infierno en un, mismo día, y se restituya a nuestro
reino la paz que han turbado.”
Oración de Mardoqueo
8*Hizo
entonces Mardoqueo oración al Señor, haciendo memoria de
todas Sus obras, 9*y
dijo: “Señor, Señor, Rey omnipotente, en tu poder están
todas las cosas, y no hay quien pueda resistir a tu
voluntad, si has resuelto salvar a Israel. 10Tú
hiciste el cielo y la tierra y todo cuanto en el ámbito
del cielo se contiene. 11Tú eres el Señor de
todas las cosas, ni hay quien resista a tu majestad.
12Tú lo sabes todo, y sabes que no por
altivez, no por desdén, ni por ambición de gloria he
hecho esto de no adorar al soberbísimo Amán; 13porque
para salvar a Israel estaría dispuesto a besar con gusto
aun las huellas de sus pies, 14*pero
he temido trasladar a un hombre el honor debido a mi
Dios, y adorar a ningún otro fuera del Dios mío. 15*Ahora
oh Señor y Rey, Dios de Abrahán, apiádate de tu pueblo;
porque nuestros enemigos buscan cómo perdernos y acabar
con tu heredad. 16No menosprecies tu
posesión, que para Ti has rescatado de Egipto. 17Escucha
mi súplica, y muéstrate propicio a tu nación y a la
heredad tuya, y convierte nuestro llanto en gozo, para
que viviendo alabemos, Señor, tu nombre, y no cierres
las bocas de los que te alaban.”
18*Todo
Israel, orando unánimemente, clamó al Señor, pues una
muerte cierta les amenazaba a todos.
*
1. Los versículos 1-7 son un apéndice a 3, 14.
*
2. Una vida tranquila: lo mismo desea San
Pablo, pero agrega: “en el ejercicio de toda
piedad y honestidad” (I Timoteo
2,
2). Mantener la paz y el orden es lo
que incumbe a quienes tienen la responsabilidad
del mando.
*
6. Como a padre: probablemente un título
que se confería a los que habían merecido bien
del rey. Véase Génesis 45, 8; II Paralipómenos
2,
13; I Macabeos 11, 32.
*
8 ss.
Este pasaje hasta 14, 19 debe leerse después de
4, 17. La oración de Mardoqueo se lee en las
Misas del miércoles de la 2ª. semana de Cuaresma
y votiva “Contra paganos”.
*
9 ss. La
simple confesión de los atributos de Dios es
aceptada por Él como oración de alabanza y acto
de fe, según vemos en toda la Escritura. Véase
Romanos 10, 10; Hebreos 13, 15. etc. Cf. Romanos
9, 3.
*
14.
El honor debido a mi Dios: Sobre este punto
trascendental véase la nota 1 s. del Salmo 113b.
“Al solo Dios sea el honor y la gloria” (I
Timoteo 1, 17).
*
15. Por
heredad se entiende el pueblo de Israel.
Cf. Deuteronomio 32, 9; IV Reyes 21, 14; Salmo
73, 2, etc.
*
18.
Orando unánimemente: Cf. 4, 16 y nota.
Cuando Israel se vio amenazado de una muerte
inevitable, todo el pueblo clamó al Señor con un
fervor tal como nunca habían mostrado antes. El
alma dolorida se inclina más a la oración y ora
con más fervor. Así podemos explicarnos muchas
veces las pruebas que Dios manda (cf. Tobías 12,
13; Proverbios 3, 12; Sabiduría 11, 11;
Eclesiástico 2, 1; Hebreos 12, 6 s.; Santiago 1,
2-12; Apocalipsis 3, 19). Es para que no
caigamos en la tibieza (cf. Juan 15, 2;
Apocalipsis 3, 15 s.; Eclesiástico 4, 18 ss.).
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