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II. RESPUESTAS A VARIAS
PREGUNTAS
(7, 1 - 15, 58)
A. MATRIMONIO Y
VIRGINIDAD
(7, 1-40)
El matrimonio.
1
En cuanto a las cosas que escribisteis,
bueno es al hombre no tocar mujer.
2
Mas para evitar
la fornicación, tenga cada uno su mujer, y cada una su
marido.
3
El marido pague a la mujer el débito, y así mismo la
mujer al marido*.
4
La mujer no tiene potestad sobre su cuerpo, sino el
marido; e igualmente, el marido no tiene potestad sobre su
cuerpo, sino la mujer*.
5
No os privéis
recíprocamente, a no ser de común acuerdo por algún tiempo,
para entregaros a la oración; y después volved a cohabitar,
no sea que os tiente Satanás por medio de vuestra
incontinencia*.
6
Esto lo digo por condescendencia, no como precepto.
7
Quisiera que todos los hombres fuesen así como yo,
mas cada uno tiene de Dios su propio don, quien de una
manera, y quien de otra.
8 Digo, empero, a los que no están casados y a las
viudas: bueno les es si permanecen así como yo.
9 Mas si no
guardan continencia, cásense; pues mejor es casarse que
abrasarse*.
Matrimonios entre
cristianos y paganos.
10 A los casados ordeno, no yo, sino el Señor, que la mujer no se separe
de su marido*;
11 y que aun cuando se separare, permanezca sin casarse, o se reconcilie
con su marido; y que el marido no despida a su mujer.
12 A los demás digo yo, no el Señor; si algún hermano tiene mujer infiel,
y ésta consiente en habitar con él, no la despida*.
13 Y la mujer que tiene marido infiel, y éste consiente
en habitar con ella, no abandone ella a su marido.
14 Porque el marido infiel es santificado por la mujer, y la mujer infiel
es santificada por el hermano; de lo contrario vuestros
hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos*.
15 Mas si la parte infiel se separa, sepárese; en tal
caso no está sujeto a servidumbre el hermano o la hermana;
pues Dios nos ha llamado a la paz.
16
Porque (de
lo contrario) ¿sabes tú, mujer, si
salvarías a tu marido? ¿O sabes tú, marido, si salvarías a
tu mujer?*
Cada cual permanezca en su
estado.
17 Cada cual,
según el Señor le ha dado, y según Dios le ha llamado, así
ande. Esto es lo que establezco en todas las Iglesias.
18 ¿Ha sido llamado alguno siendo circunciso? No se
haga incircunciso. ¿Fue uno llamado incircunciso? No se
circuncide*.
19 Nada es la
circuncisión, y nada la incircuncisión; sino el guardar los
mandamientos de Dios.
20 Cada cual persevere en el estado en que fue llamado.
21 ¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te dé cuidado;
antes bien, saca provecho de eso, aun cuando pudieses
hacerte libre*.
22 Porque el que
fue llamado en el Señor, siendo esclavo, liberto es del
Señor; así también el que fue llamado siendo libre, esclavo
es de Cristo.
23 Comprados
habéis sido por un
precio (grande);
no os hagáis esclavos de los
hombres*.
24
Hermanos, cada uno permanezca ante Dios en la condición en
que fue llamado.
Ventajas de la virginidad.
25 Respecto de las vírgenes, no tengo precepto del
Señor; pero doy mi parecer, como quien ha alcanzado la
misericordia del Señor para ser fiel*.
26 Juzgo, pues, que en vista de la inminente tribulación, es bueno para
el hombre quedar como está*.
27 ¿Estás atado a mujer? No busques desatarte. ¿Estás desatado de mujer?
No busques mujer.
28 Si te casares, no pecas; y si la doncella se casare
no peca. Pero estos tales sufrirán en su carne
tribulaciones, que yo quiero ahorraros.
29 Lo que quiero decir, hermanos, es esto: el tiempo es
limitado*;
resta, pues, que los que tienen mujeres vivan como si no las
tuviesen;
30 y los que
lloran, como si no llorasen; y los que se regocijan, como si
no se regocijasen; y los que compran, como si no poseyesen;
31 y los que usan
del mundo, como si no usasen, porque la apariencia de este
mundo pasa*.
32 Mi deseo es
que viváis sin preocupaciones. El que no es casado anda
solícito en las cosas del Señor, por cómo agradar al Señor;
33 mas el que es
casado, anda solícito en las cosas del mundo,
(buscando) cómo
agradar a su mujer, y está
dividido*.
34
La mujer sin marido y la doncella piensan en las cosas del
Señor, para ser santas en cuerpo y espíritu; mas la casada
piensa en las cosas del mundo, (buscando)
cómo agradar a su marido.
35
Esto lo digo para vuestro provecho; no para tenderos un
lazo, sino en orden a lo que más conviene y os une mejor al
Señor, sin distracción.
36
Pero si alguno teme deshonor por causa de su (hija)
doncella, si pasa la flor de la
edad y si es preciso obrar así, haga lo que quiera; no peca.
Que se casen.
37
Mas el que se mantiene firme en su corazón y no se ve
forzado, sino que es dueño de su voluntad y en su corazón ha
determinado guardar a su doncella, hará bien.
38
Quien, pues, case a su doncella, hará bien; mas el que no la
casa, hará mejor.
Las viudas.
39 La mujer está ligada todo el tiempo que viva su
marido; mas si muriere el marido, queda libre para casarse
con quien quiera; sólo que sea en el Señor*.
40 Sin embargo, será más feliz si permaneciere así, según el parecer mío,
y creo tener también yo espíritu de Dios*.
4. He aquí algo que
probablemente ignora gran parte de los cónyuges. El
recordarlo convertiría
en caridad lo que antes era pura concupiscencia
egoísta.
5. Contestando el
Apóstol a las consultas que le habían sido
presentadas, expone el ideal del
matrimonio cristiano
con
admirable libertad de espíritu, previniendo a los
cónyuges que si Dios los mueve a dejar, por algún
tiempo, la cohabitación y dedicarse a la oración, lo
hagan siempre atendiendo a la
debilidad humana del modo que lo dijo en el v. 2,
esto es, para evitar el peligro de la incontinencia,
o sea para que la presunción de ostentar ante Dios
una virtud heroica, no los haga olvidar la miseria
humana y caigan en adulterio u otros actos
prohibidos, por evitar aquellos que no lo están.
Véase el ejemplo de Tobías, y la promesa que él
contiene de las más grandes bendiciones para el
hogar (Tob. 6, 18 ss. y nota). Por encima del estado
matrimonial, recomienda el Apóstol la virginidad (v.
26 ss. y nota).
10 s.
La indisolubilidad
del matrimonio
es, como se ve, un
mandamiento que viene del Señor, y del que no puede
dispensar ninguna potestad. Cf. Mt. 5, 32; 19, 9;
Mc. 10, 11; Lc. 16, 18.
12. Esta norma que se
llama
Privilegio Paulino o
“privilegio de la fe” (v. 15), se observa aún hoy
día cuando uno de los esposos infieles abraza la fe
cristiana. Véase el Código de Derecho Canónico,
cánones 1120 ss. Admiremos el espíritu de caridad
que la inspira: “pues Dios nos ha llamado a la paz”.
Se trata de una excepcional y verdadera disolución
del vínculo, plenamente reconocida hoy (algunos
autores antiguos la negaban) y se refiere, como
vemos, al caso de un matrimonio preexistente, entre
infieles, que resulta mixto por conversión ulterior
de un cónyuge. Mas tal disolución requiere la libre
voluntad del cónyuge infiel y no sólo la del
creyente, pues sin aquélla éste no sería dueño de su
cuerpo (v. 4). Claro está que la voluntad de aquél
presupone que admita una convivencia “sin injuria
del Creador”, pues de lo contrario el creyente no
podría tener aquella paz. También, a la inversa, si
el cónyuge creyente ha dado al otro un justo motivo
de abandonarlo, la ley canónica declara improcedente
este privilegio (canon 1123). Algunos ven aquí sólo
un permiso o consejo (S. Agustín, S. Tomás,
Cornely), otros un precepto (cf. Van Steenkiste).
También discuten los autores si el privilegio se
extiende o no a los bautizados en una secta
disidente (O. Arendt).
14. El cónyuge
convertido, santificado como miembro de Cristo (1,
2; 6, 15 y 19), santifica al otro por
la íntima unión que con él tiene (14, 35 y nota).
“La limpieza de la mujer fiel vence la inmundicia
del varón infiel, y también la limpieza del varón
fiel vence la inmundicia de la mujer infiel” (S.
Crisóstomo). Es una notable excepción a la ley del
contagio (cf. 5, 6 y nota), y coincide con lo que
dice S. Pedro sobre la santidad de la misión de los
cónyuges (1 Pe. 3, 1 y nota). La caridad aconseja no
separarse en este caso, dice S. Agustín, porque la
separación dificultaría la salvación de los infieles
(cf. v. 16 y nota).
Vuestros
hijos: Los PP. griegos (Crisóst., Teod., etc.)
advierten que el cónyuge infiel por su unión con el
fiel tiene mayor esperanza de
salvación así como los hijos de padres cristianos
más seguramente llegan a la fe (Cornely). Los
autores coinciden hoy en señalar que S. Pablo, al
decir aquí “vuestros”, se refiere no ya a los hijos
de aquellos matrimonios mixtos, sino a los de todos
los cristianos de Corinto.
16. En este caso ya
no podría seguirse sin presunción el caritativo
empeño del v. 14. Por donde vemos la suavidad de los
caminos que Dios abre a los rectos de corazón, que
miran la amistad de Él como la preocupación central
de su vida.
Cf. Sal. 111, 4 y nota; Mt. 19, 14; Mc. 10, 14; Lc.
18, 16.
18.
No se haga
incircunciso:
Por medio de una
operación quirúrgica los judíos helenistas que
apostataban de su Dios disimulaban la circuncisión
para evitar la burla de los griegos en los gimnasios
donde aparecían desnudos
(gimnasio
viene del griego
gymnós,
desnudo). Cf. 1 M. 1, 15-16.
23.
Por un precio
(grande):
esto es, con la preciosísima Sangre de Jesucristo.
Habéis sido hechos libres por Jesucristo, y vuestro
espíritu no puede ser esclavo de nadie, por lo
tanto, no importa a qué condición social
pertenezcáis. Véase 6, 20 y nota; 1 Pe. 1, 18 s.;
Jn. 8, 32 ss.
25.
Misericordia para ser
fiel: He
aquí un pasaje que, como muchas otras palabras
reveladas, puede escandalizar al criterio humano,
naturalmente opuesto al criterio esencialmente
divino de la Sagrada Escritura (2, 14 y nota). La
Iglesia lo cita, con algunos más (1 Tm. 1, 13; Fil.
1, 29; Ef. 2, 8; 1 Co. 4, 7; St. 1, 17; Jn. 3, 27,
etc.), para demostrar que la fidelidad del
hombre a Dios, lejos de ser un favor que a Él le
hacemos, es un favor, el más grande, que recibimos
de Él (Denz. 199).
26 ss. Las ventajas y
excelencias de la
virginidad por causa
de Dios no
se pueden destacar mejor que en este incisivo
discurso, de un valor que no sufre menoscabo por el
cambio de tiempos ni de circunstancias.
La inminente
tribulación, a saber, las cargas y cruces de la
vida matrimonial, las persecuciones y la vanidad y
fugacidad de este mundo (cf. v. 31 y nota), cuyo fin
siempre puede estar cerca con el ansiado Retorno del
Rey de Reyes (Fil. 4, 5; St. 5, 8; Ap. 1, 3; 19, 11
ss.; 1 Ts. 5, 1 ss.; 1 Pe. 4, 7). Sobre esto insiste
también en el v. 29:
El tiempo es
limitado, y en 10, 11:
Ha venido el
fin de las edades. Como se ve, S. Pablo no
presenta la virginidad como precepto (1 Tm. 4, 3),
sino que la ofrece como un estado más conveniente y
feliz aún en esta vida, de acuerdo con lo que Jesús
dijo en Mt. 19, 11 s. Lo mismo dice sobre el estado
de viudez en el v. 40.
29.
Limitado:
El griego usa una
expresión náutica que significa cargar las velas;
según observa Buzy, es para señalar que no podemos
contar con largo tiempo, que estamos próximos a
zarpar, lo cual es doblemente cierto, por la
brevedad e incertidumbre de nuestra vida y por el
eventual retorno del Señor en cualquier momento (v.
26 ss.; Mc. 13, 37 y notas).
31.
La apariencia de este
mundo pasa:
El cristiano pleno,
en vez de ser, pues, el tipo del hombre satisfecho,
casi prosaico, según se lo imagina el mundo al verlo
huir de sus oropeles, es el grande y audaz
aventurero, que se juega el todo por el todo frente
a lo infinito. Él ve que las bellezas temporales,
según la carne, producen emociones intensas, y que
lo espiritual no es emotivo sino tranquilo. Pero él
sabe que aquello es apariencia, y que esto es “la
verdad”; porque “las cosas que se ven son
transitorias, mas las que no se ven son eternas” (2
Co. 4, 18). Entonces, al ver que todo esto es una
apariencia, una
escena
como en el teatro, no se resigna a poner todo su
destino en tan poca cosa, porque es ambicioso. Y
entonces no tarda en descubrir que la realidad está
escondida en el misterio (2, 7), y que ese misterio
es todo de amor, como el mismo Dios, por lo cual sin
el amor no podemos entender nada (1 Jn. 4, 8). Y
cuando se entrega del todo al amor, es decir, a la
felicidad de ser amado (Ct. 2, 7 y nota), empieza a
sentirse satisfecho, tanto en su corazón como en su
mente; y a medida que
va hallando la sabiduría, va haciéndose cada
día más pequeño delante de Dios, como un niñito de
pecho, y comprueba alborozado cómo es que el Padre
muestra a los pequeños esas cosas que oculta a los
que los hombres llaman sabios (Lc. 10, 21). Véase la
introducción al libro de la Sabiduría.
33.
Está dividido:
Tal es sin duda
lo común. Podemos sin embargo agregar, para consuelo
de los casados que quieren amar a Dios, aquello que
Jesús dijo en Lc. 18, 27: “Las cosas imposibles para
hombres, posibles para Dios son”. Véase en Hch. 18,
2 y 26 y notas, el caso bellísimo
de Aquila y Priscila, los cónyuges amigos de
S. Pablo, que vivían sólo para el Evangelio.
39.
Que sea en el Señor:
esto es,
dentro del Cuerpo Místico (Ef. 5, 25 ss.), con un
esposo cristiano. De ahí que la Iglesia prohíba los
matrimonios mixtos y no los permita
sino con ciertas precauciones. La forma externa
actual del Matrimonio data del Concilio de Trento.
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