1
CORINTIOS |
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Don de lenguas y don de
profecía.
1
Aspirad al
amor. Anhelad también los dones espirituales,
particularmente el de profecía*.
2
Porque el que
habla en lenguas, no habla a los hombres sino a Dios, pues
nadie le entiende, porque habla en espíritu misterios*.
3
Mas el que profetiza, habla a los hombres para
edificación y exhortación y consuelo.
4
El que habla en
lenguas, se edifica a sí mismo; mas el que profetiza,
edifica a la Iglesia.
5
Deseo que todos vosotros habléis en lenguas, pero más
aún que profeticéis; porque mayor es el que profetiza que
quien habla en lenguas, a no ser que también interprete,
para que la Iglesia reciba edificación.
6
Ahora bien, hermanos, si yo fuera a vosotros hablando
en lenguas ¿qué os aprovecharía si no os hablase por
revelación, o con ciencia, o con profecía, o con enseñanza?
7
Aun las cosas
inanimadas que producen sonido, como la flauta o la cítara,
si no dan voces distinguibles ¿cómo se sabrá qué es lo que
se toca con la flauta y qué con la cítara?
8 Así también si la trompeta diera un sonido confuso
¿quién se prepararía para la batalla?
9 De la misma
manera vosotros, si con la lengua no proferís palabras
inteligibles, ¿cómo se conocerá lo que decís? Pues estáis
hablando al aire.
10 Por numerosos que sean tal vez en el mundo los diversos sonidos, nada
hay, empero, que no sea una
voz (inteligible)*.
11
Si, pues, el valor del sonido es para mí ininteligible, será
para el que habla un bárbaro, y el que habla un bárbaro para
mí*.
12
Así también vosotros, ya que anheláis dones espirituales,
procurad tenerlos abundantemente para edificación de la
Iglesia.
El don de lenguas requiere
interpretación.
13 Por lo cual,
el que habla en lenguas, ruegue poder interpretar.
14 Porque si hago
oración en lenguas, mi espíritu ora, pero mi mente queda sin
fruto.
15 ¿Qué haré pues? Oraré con el espíritu, mas oraré también con la mente;
cantaré con el espíritu, mas cantaré también con la mente.
16 De lo contrario, si tú bendices sólo con el espíritu ¿cómo al fin de
tu acción de gracias el simple fiel dirá el Amén? puesto que
no entiende lo que tú dices*.
17 Tú, en verdad,
das bien las gracias, mas el otro no se edifica.
18 Gracias doy a Dios de que sé hablar en lenguas más que todos vosotros;
19 pero en la Iglesia quiero más bien hablar cinco
palabras con mi inteligencia, para instruir también a otros,
que diez mil palabras en lenguas*.
20 Hermanos, no seáis niños en inteligencia; sed, sí, niños en la
malicia; mas en la inteligencia sed hombres acabados.
21 En la Ley está escrito: “En lenguas extrañas, y por otros labios
hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el
Señor”.
22 De manera que el don de lenguas es para señal, no a los creyentes,
sino a los que no creen; mas la profecía no es para los
incrédulos, sino para los creyentes.
23 Si, pues, toda la Iglesia está congregada, y todos
hablan en lenguas, y entran hombres sencillos o que no creen
¿no dirán que estáis locos?
24 Si en cambio todos profetizan, y entra un incrédulo
o un hombre sencillo, es por todos convencido y juzgado por
todos.
25 Los secretos de su corazón se hacen manifiestos; y así, cayendo sobre
su rostro, adorará a Dios, confesando que realmente Dios
está en medio de vosotros.
El modo de usar los carismas
de cada uno.
26 ¿Qué hacer,
hermanos? Pues cuando os reunís, cada uno tiene un salmo, o
una enseñanza, o una revelación, o don de lenguas, o
interpretación. Hágase todo para edificación*.
27 Si alguno habla en lenguas, que sean dos, o cuando mucho, tres, y por
turno; y que uno interprete.
28 Pero si no hay intérprete, calle en la Iglesia, y
hable consigo y con Dios.
29 Cuanto a los profetas, hablen dos o tres, y los
otros juzguen.
30 Mas si algo fuere revelado a otro que está sentado,
cállese el primero.
31 Porque podéis profetizar todos, uno por uno, para
que todos aprendan, y todos sean consolados;
32 pues los
espíritus de los profetas obedecen a los profetas*,
33 puesto que Dios no es Dios de desorden, sino de paz.
Como en todas las Iglesias de los santos,
34 las mujeres
guarden silencio en las asambleas; porque no les compete
hablar, sino estar sujetas, como también lo dice la Ley.
35 Y si desean
aprender algo, pregunten a sus maridos en casa; porque es
cosa indecorosa para la mujer hablar en asamblea*.
36 ¿O es que la Palabra de Dios tuvo su origen en vosotros, o ha llegado
sólo a vosotros?*
37 Si alguno piensa que es profeta o que es espiritual, reconozca que lo
que os escribo es precepto del Señor.
38 Mas si alguno
lo desconoce, será desconocido él.
39 Así que, hermanos míos, aspirad a la profecía, y en
cuanto al hablar en lenguas, no lo impidáis.
40 Hágase, pues,
todo honestamente y por orden.
1.
Aspirad al amor:
Fruto del
grandioso capítulo precedente es esta norma que S.
Pablo nos da a manera de conclusión y lema de toda
vida cristiana. El amor es todo y sin él no hay
nada. De ahí la audaz fórmula de S. Agustín: “Ama y
haz lo que quieras” (Dilige et quod vis fac). Véase
13, 1 ss.; Jn. 14, 23 s.; Rm. 13, 10; Ef. 5, 2 y
notas.
Particularmente el de profecía, es decir, el don
de entender la auténtica Palabra de Dios y hablarla
para edificar a otros, para exhortarlos y
consolarlos (v. 3). Los profetas son, pues, en
primer lugar, predicadores. Cada predicador de la
verdad sobrenatural revelada por Dios es un moderno
profeta, cuya existencia en la Iglesia debe ser cosa
normal, según enseña el Apóstol.
2.
Hablar en lenguas,
es decir,
predicar o alabar a Dios en una lengua que los
oyentes no entienden (glosolalia), según el Apóstol
no es de provecho para el
prójimo, porque así no se puede edificar ni estar
unido a los oyentes (v. 16 y 19).
10. Notable
observación que nos hace admirar las maravillas de
la naturaleza no obstante
haber caído ella también cuando pecó el hombre (Rm.
8, 21 y nota). Vemos, pues, que todo en ella es un
lenguaje expresivo, desde el grito de los animales y
el canto de los pájaros que alaban a Dios, hasta los
ruidos que nos parecen puramente materiales como el
trueno, en el cual la Biblia nos señala muchas veces
la voz de Dios (Sal. 28, 3 ss.; 18, 4; 103, 7 y
notas). El Apóstol se vale de este vigoroso
contraste para mostrar cuánto más inteligible ha de
ser el lenguaje de la oración, puesto que debe
entenderse con la mente (v. 14).
11 ss. Insiste el
Apóstol sobre la necesidad de edificar a la
comunidad,
y no a sí mismo; lo cual nos muestra cuánto desea S.
Pablo que el pueblo esté unido a la oración
litúrgica de la Iglesia. Así lo manifiesta el “Orate
fratres”, en que el sacerdote se dirige al pueblo
diciéndole que la Misa es
un sacrificio de él y de ellos (“meum ac vestrum
sacrificium”).
16. Tal fue
precisamente el origen de la adopción, por la
Iglesia Occidental, de la lengua latina, que
entonces era la
vulgar. Las Iglesias
griegas vinculadas a la Sede romana continuaron
usando el griego, y en los países orientales usan
también el árabe, el armenio, siríaco, etc. De
tiempo en tiempo se manifiesta, por parte de
teólogos, liturgistas o canonistas, alguna
tendencia, deseo o súplica en favor de los idiomas
vernáculos. La Santa Sede ha accedido a dispensar
del latín en el caso de algunos países, teniendo en
cuenta diversas circunstancias particulares.
19. S. Pablo quiere
decir: Lo que uno no entiende, no puede
servir para la
edificación. Por eso no debe omitirse ninguna
diligencia para poner a los fieles en estado de
tomar parte en las oraciones públicas, ya sea
explicándoselas de viva voz, ya sea poniendo en sus
manos versiones fieles y exactas que ilustren su
entendimiento, sostengan y fomenten su atención
(Conc. Trid. Ses. XXII, cap. 8).
26.
La intervención de
los fieles en la Iglesia,
como se ve, era frecuentísima. El orden resultaba de la caridad del
Espíritu Santo, que a todos los llenaba. Véase Hch.
13, 15. Hoy desgraciadamente la actitud de los
fieles en el templo es demasiado pasiva.
32.
Obedecen a los
profetas:
es decir, según bien explica Santo Tomás, que los
profetas no se ponen fuera de sí (como aquellos a
quienes un demonio enfurece
con movimientos violentos y extraordinarios para
decir sus falsas revelaciones) sino que saben
moderar sus transportes según las conveniencias del
auditorio. Cf. 2 Co. 5, 13 y nota.
35. ¡Cuán lejos
estamos de esta normalidad! En vez de que los
hombres instruyan a sus
mujeres, éstas suelen
verse obligadas a catequizar a sus maridos. Pero el
Apóstol deja firmemente constancia de que tal es el
plan de Dios, para que lo conozcan quienes busquen
agradarle según Él nos enseña y no según la
ocurrencia propia. Cf. 7, 14; 11, 7 y notas.
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