I Macabeos |
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 |
8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 |
15 | 16 |
Derrota de Antíoco en Persia
1*Entretanto
el rey Antíoco recorriendo las provincias superiores,
oyó que había en Persia una ciudad llamada Elimaida, muy
célebre y abundante de plata y oro, 2con un
templo riquísimo, donde había velos con mucho oro, y
corazas, y escudos que había dejado allí Alejandro, hijo
de Filipo, rey de Macedonia, el que reinó primero en
Grecia. 3Y fue allá con el fin de apoderarse
de la ciudad, y saquearla; pero no pudo salir con su
intento, porque llegando a entender su designio los
habitantes, 4*salieron
a pelear contra él, y tuvo que huir, y se retiró con
gran pesar, volviéndose a Babilonia.
Tardío arrepentimiento de Antíoco
5Y estando en Persia, le
llegó la noticia de que había sido destrozado el
ejército que se hallaba en el país de Judá, 6y
que habiendo pasado allá Lisias con grandes fuerzas fue
derrotado por los judíos, los cuales se hacían más
poderosos con las armas, municiones y despojos tomados
al ejército destruido; 7*y
de cómo habían igualmente ellos derrocado la abominación
erigida por él sobre el altar de Jerusalén, y cercado
asimismo el Santuario con altos muros, según estaba
antes, y también a Betsura, su ciudad. 8Oído
que hubo el rey tales noticias, quedó pasmado y lleno de
turbación, y se puso en cama, y enfermó de melancolía,
viendo que no le habían salido las cosas como él se lo
había imaginado. 9*Permaneció
así en aquel lugar por muchos días; porque iba
aumentándose su tristeza, de suerte que consintió en que
se moría.
Muerte de Antíoco
10Con esto llamó a todos sus
amigos, y les dijo: “El sueño ha huido de mis ojos; mi
corazón se ve abatido y oprimido de pesares, 11he
dicho en mi corazón: ¡A qué aflicción me veo reducido, y
en qué abismo de tristeza me hallo, yo que estaba antes
tan contento y querido, gozando de mi regia dignidad!
12Mas ahora se me presentan a la memoria los
males que causé en Jerusalén, de donde me traje todos
los despojos de oro y plata que allí tomé, y cómo sin
motivo alguno envié a exterminar los moradores de la
Judea. 13Yo reconozco ahora que por eso han
llovido sobre mí tales desastres; y ved aquí que muero
de profunda melancolía en tierra extraña.”
14Llamó después a Filipo, uno
de sus confidentes, y le nombró regente de todo su
reino; 15y le entregó la diadema, el manto
real y el anillo, a fin de que fuese a encargarse de su
hijo Antíoco, y le educase para ocupar el trono. 16Y
murió allí el rey Antíoco, el año ciento cuarenta y
nueve.
Judas pone sitio a la ciudadela de Jerusalén
17·Al
saber Lisias la muerte del rey, proclamó a Antíoco, su
hijo, a quien él había criado desde niño; y le puso el
nombre de Eupator. 18Entretanto los que
ocupaban el alcázar tenían encerrado a Israel en los
alrededores del Santuario; y procuraban siempre causarle
daño, y acrecentar el partido de los gentiles. 19Judas
resolvió destruirlos, y convocó a todo el pueblo para ir
a sitiarlos. 20Reunida la gente comenzaron el
sitio el año ciento cincuenta, y construyeron ballestas,
y otras máquinas de guerra. 21·Salieron
fuera algunos de los sitiados, a los que se agregaron
varios otros de los impíos del pueblo de Israel. 22Y
se fueron al rey, y le dijeron: “¿Cuándo, finalmente,
harás tú justicia, y vengarás a nuestros hermanos?
23Nosotros nos resolvimos a servir a tu padre, y
obedecerle, y observar sus leyes. 24Por esta
causa nos tomaron aversión los de nuestro mismo pueblo,
han dado muerte a todo el que han encontrado de
nosotros, y han robado nuestros bienes; 25y
no tan sólo han ejercido su violencia contra nosotros,
sino también por todo nuestro país. 26Y he
aquí que ahora han puesto sitio al alcázar de Jerusalén
para apoderarse de él, y han fortificado a Betsura.
27Si tú no obras con más actividad que ellos,
harán aún cosas mayores que éstas, y no podrás tenerlos
a raya.”
28Se irritó el rey al oír
esto, e hizo llamar a todos sus amigos, y a los
principales oficiales de su ejército, y a los
comandantes de la caballería. 29Le llegaron
también tropas asalariadas de otros reinos, y de las
islas del mar, 30de suerte que juntó un
ejército de cien mil infantes con veinte mil hombres de
caballería, y treinta y dos elefantes adiestrados para
el combate.
Sitio de Betsura y batalla de Betzacara
31Y entrando por la Idumea,
vinieron a poner sitio a Betsura, y la combatieron por
espacio de muchos días, e hicieron máquinas de guerra;
pero habiendo hecho una salida
(los sitiados),
las quemaron y pelearon valerosamente. 32*A
este tiempo levantó Judas el sitio del alcázar, y
dirigió sus tropas hacia Betzacara, frente al campamento
del rey. 33Se levantó el rey antes de
amanecer, e hizo marchar apresuradamente su ejército por
el camino de Betzacara. Se prepararon para el combate
ambos ejércitos, y dieron la señal con las trompetas.
34Mostraron a los elefantes vino tinto y zumo
de moras, a fin de incitarlos a la batalla; 35y
distribuyeron estos animales por las legiones, poniendo
alrededor de cada elefante mil hombres armados de cotas
de malla y morriones de bronce, y quinientos hombres
escogidos de caballería cerca de cada elefante. 36
Estas tropas se hallaban anticipadamente en donde
quiera que había de estar el elefante, e iban donde él
iba, sin apartarse de él nunca. 37*Sobre
cada una de estas bestias había una fuerte torre de
madera, que les servía de defensa, y sobre la torre
máquinas de guerra; yendo en cada torre treinta y dos
hombres esforzados, los cuales peleaban desde ella, y un
indio gobernaba la bestia. 38El resto de la
caballería, dividido en dos trozos, lo colocó en los
flancos del ejército para excitarle con el sonido de las
trompetas, y tener así encerradas las filas de sus
legiones. 39Así que salió el sol e hirió con
sus rayos los broqueles de oro y de bronce, reflejaron
éstos la luz en los montes, resplandeciendo como
antorchas encendidas. 40La una parte del
ejército del rey caminaba por lo alto de los montes, y
la otra por los lugares bajos, e iban avanzando con
precaución y en buen orden. 41Y todos los
moradores del país estaban asombrados a las voces de
aquella muchedumbre, y al movimiento de tanta gente, y
al estruendo de sus armas; pues era grandísimo y muy
poderoso aquel ejército. 42Y se adelantó
Judas con sus tropas para dar la batalla, y murieron del
ejército del rey seiscientos hombres.
Acto heroico de Eleazar
43*Eleazar,
hijo de Saura, observó un elefante que iba protegido con
corazas regias, y que era más alto que todos los demás:
y juzgó que iría encima de él el rey. 44*E
hizo el sacrificio de sí mismo por libertar a su pueblo,
y granjearse un nombre eterno. 45Corrió
animosamente hacia el elefante por en medio de la
legión, matando a la diestra y la siniestra, y
atropellando a cuantos se le ponían delante; 46*y
fue a meterse debajo del vientre del elefante, y le
mató; pero cayendo la bestia encima de él, le dejó
muerto. 47Mas los judíos, viendo las fuerzas
e impetuosidad del ejército del rey, hicieron una
retirada.
Se rinde Betsura
48Entonces las tropas del rey
fueron contra ellos por el camino de Jerusalén, y
llegando a la Judea, acamparon junto al monte Sión.
49*EI
rey hizo un tratado con los que estaban en Betsura; los
cuales salieron de la ciudad, porque estando sitiados
dentro de ella, no tenían víveres, por ser aquel año
sabático para los campos. 50De esta suerte,
el rey se apoderó de Betsura, dejando en ella una
guarnición para su custodia.
Sitio de Jerusalén
51Asentó después sus reales
cerca del lugar santo; donde permaneció muchos días,
preparando allí ballestas, y otros ingenios para lanzar
fuegos, y máquinas para arrojar piedras y dardos, e
instrumentos para tirar saetas, y además de eso hondas.
52Los sitiados hicieron también máquinas
contra las de los enemigos, y se defendieron por muchos
días. 53Faltaban, empero, víveres, en la
ciudad, por ser el año séptimo, y porque los gentiles
que habían quedado en Judea habían consumido todos los
repuestos. 54Con esto quedó poca gente para
los lugares santos; porque los soldados se hallaron
acosados del hambre, y se desparramaron, yéndose cada
cual a su lugar.
Pacto entre el rey y los judíos
55*En
esto llegó a entender Lisias que Filipo, a quien el rey
Antíoco, estando aún en vida, había encargado la
educación de su hijo Antíoco para que ocupase el trono,
56había vuelto de Persia y de la Media con el
ejército que había ido con él, y que buscaba medios para
apoderarse del gobierno del reino. 57Por
tanto, fue inmediatamente, y dijo al rey y a los
generales del ejército: “Nos vamos consumiendo de día en
día; tenemos pocos víveres; la plaza que tenemos sitiada
está bien pertrechada; y lo que nos urge es arreglar los
negocios del reino. 58Ahora, pues,
compongámonos con estas gentes, y hagamos la paz con
ellas, y con toda su nación; 59y dejémosles
que vivan como antes según sus leyes; pues por amor de
sus leyes, que hemos despreciado nosotros, se han
encendido en cólera, y hecho todas estas cosas.”
60Pareció bien al rey y a sus
príncipes esta proposición; y envió a hacer la paz con
los judíos, los cuales la aceptaron. 61La
confirmaron con juramento el rey y los príncipes; y
salieron de la fortaleza los que la defendían. 62Y
entró el rey en el monte Sión, y observó las
fortificaciones que en él había; pero violó luego el
juramento hecho, mandando derribar el muro que había
alrededor.
63Partió después de allí a
toda prisa, y se volvió a Antioquía, donde halló que
Filipo se había hecho dueño de la ciudad; mas habiendo
peleado contra él, la recobró.
*
1.
Elimaida: El nombre viene de Elam, provincia
de Persia (Daniel 8, 2). Crampón adopta la
versión del Codex Alexandrinus:
Oyó que
había en Persia, en (la provincia de) Elimaida,
una ciudad famosa por sus riquezas de plata y
oro. De esta manera se elimina la dificultad
de que no hubiese ciudad de ese nombre, sino
solamente una provincia.
*
4. La mención de Babilonia confirma que ella no
fue destruida por Ciro, como se creía
antiguamente. Véase Daniel 5, 30 y nota.
*
7.
Abominación: se usa en la Sagrada Escritura
como término despectivo por ídolo. Véase Isaías
41, 24; 66, 17; Jeremías 2, 7; 13, 27; Daniel 9.
27, etc.
*
9 ss. Esta desesperada lamentación final del rey
a quien la Biblia presenta como el mayor dechado
de perversidad, tiene para nosotros el valor de
una verdadera meditación. Se ven los mismos
remordimientos en Caín y en Judas, porque los
crímenes oprimen la conciencia y con sus
constantes acusaciones castigan al pecador. “No
hay pena comparable a una conciencia cargarla de
crímenes, dice San Gregorio Magno, porque cuando
el hombre sufre exteriormente, se refugia en
Dios; pero una conciencia desarreglada no
encuentra a Dios dentro de sí mismo; entonces,
¿dónde puede hallar consuelo, dónde buscar el
reposo y la paz?” (In Ps. CXVIII).
·
17.
Eupator, a saber, Antíoco V con el
sobrenombre de Eupator, que reinó de 164 a 162.
·
21. Varios
otros; entre ellos, según II Macabeos 13,
3-8, Menelao que había comprado el Sumo
Sacerdocio.
*
32.
Betzacara: hoy día Bet-Zecaria.
*
37.
Treinta y dos hombres: Bover-Cantera dice
cuatro
y pone la siguiente nota: “Cuatro
hombres: así leemos, aunque el número del
texto griego críticamente más probable es 32.
Pero es inverosímil, y quizás ha saltado este
versículo desde el 30. Un elefante no puede
llevar más que cuatro o cinco combatientes.
Otros suponen que el texto griego ponía dos o
tres, que se mudó en dos y treinta.”
*
43. Cf. II Macabeos 6, 18 y nota. Eleazar era
uno de los cuatro hermanos de Judas Macabeo.
hijos de Matatías.
Saura, en griego Abarón o Sobarán, es más bien sobrenombre de
Eleazar, y no el nombre de su padre. La palabra
hijo falta en el griego. En 2, 5 su sobrenombre
es Abarón, que puede ser idéntico con Saura o
Sobarán.
*
44. Esta acción de Eleazar es considerada
comúnmente como inspirada por Dios. Eleazar
ofreció su vida por su pueblo, lo que equivale
al amor perfecto: “Nadie tiene amor más grande
que el que da su vida por los amigos” (Juan 15,
13). Cf. la muerte de Sansón (Jueces 16, 30 y
nota).
*
46. He aquí una de las pruebas más grandes, y
por lo tanto saludables, para nuestra fe (I
Pedro 1, 7): el Dios que milagrosamente daba el
triunfa a los ejércitos de Israel contra
enemigos mucho más fuertes, como hemos visto
antes, ¿no podía evitar que Eleazar fuese
aplastado por la bestia? En Juan 11, 37 se
plantea una pregunta análoga y no tardamos en
ver luego el milagro de Lázaro. Ciertamente que
a nuestro criterio carnal le parece como si
Eleazar hubiese recibido un castigo en vez de un
premio por su generosidad. Por eso el gran
mérito de la fe está en no juzgar a Dios (II
Corintios 10, 5); en conceder crédito ilimitado
a Aquel que tantas pruebas nos tiene dadas de
que es veraz y de que es bueno. ¿Cómo dudar,
hoy, que para Eleazar fue mucho mejor esto, que
si hubiera vivido unos fugaces años más? Véase
también el caso de Racias (II Macabeos 14, 41
ss. y nota).
*
49. Año
sabático, o año de descanso, en que no se
sembraba ni cosechaba. Véase Levítico 25, 2 ss.
y notas.
*
55.
Filipo, el que con Antíoco IV había hecho
una expedición a Persia y Media para buscar oro
(véase versículos 1-5).
|