Daniel 2 |
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La visión de la estatua
1*El
año segundo del reinado de Nabucodonosor, tuvo
Nabucodonosor unos sueños; y se turbó su espíritu de
modo que no pudo dormir. 2*Mandó
el rey llamar a los magos, los adivinos, los
encantadores y los caldeos, para que manifestasen al
rey sus sueños. Llegaron y se presentaron delante
del rey. 3El rey les dijo: “He tenido un
sueño y mi espíritu está perturbado hasta que
entienda el sueño.” 4*Respondieron
entonces los caldeos al rey en siríaco: “¡Vive para
siempre, oh rey! Manifiesta el sueño a tus siervos,
y te daremos la interpretación”. 5*Replicó
el rey y dijo a los caldeos: “Es cosa resuelta de mi
parte: si no me manifestáis ese sueño y su
interpretación, seréis hechos trozos, y vuestras
casas serán convertidas en cloacas. 6Si,
en cambio, me hacéis saber el sueño y su
interpretación, recibiréis de mi parte dones y
presentes y grandes honores; por lo tanto
manifestadme el sueño y su interpretación.” 7Respondieron
ellos por segunda vez y dijeron: “Diga el rey el
sueño a sus siervos, y daremos a conocer la
interpretación.” 8Repuso el rey y dijo:
“Bien sé qué queréis ganar tiempo, porque veis que
(lo que os
digo) es cosa resuelta de mi parte. 9Por
lo cual si no me hacéis saber lo que he soñado,
caerá sobre vosotros una misma sentencia. Queréis
preparar palabras mentirosas y engañosas, para
entretenerme mientras va pasando el tiempo. Por eso,
decidme, el sueño, y sabré que podéis darme también
la interpretación.” 10Respondieron los
caldeos ante el rey y dijeron: “No hay hombre sobre
la tierra que pueda indicar lo que el rey exige;
como tampoco jamás rey alguno por grande y poderoso
que fuese, pidió cosa semejante a ningún mago,
adivino, o caldeo. 11*La
cosa que pide el rey es difícil, y no hay quien
pueda indicarla al rey, salvo los dioses que no
moran entre los mortales.”
12Con
esto el rey se enfureció, y llenándose de grandísima
ira mandó quitar la vida a todos los sabios de
Babilonia.
13Fue
publicado este edicto, y los sabios iban a ser
llevados a la muerte, y se buscaba también a Daniel
y a sus compañeros para matarlos.
Dios revela a Daniel el sueño del rey
14Entonces
Daniel interpeló con toda prudencia a Arioc, capitán
de la guardia real, que había salido para matar a
los sabios de Babilonia.
15Tomando
la palabra dijo a Arioc, capitán del rey: “¿A qué
obedece esta tan severa sentencia de parte del rey?”
Y Arioc explicó a Daniel el asunto. 16Entonces
entró Daniel al rey y le pidió que le diera tiempo
para indicarle la interpretación. 17*Después
fue Daniel a su casa; y contó el caso a Ananías,
Misael y Azarías, sus compañeros, 18*para
que implorasen la misericordia del Dios del cielo en
este asunto misterioso, a fin de que no se quitase
la vida a Daniel y a sus compañeros junto con los
demás sabios de Babilonia. 19Entonces fue
revelado el secreto a Daniel, en una visión
nocturna; y Daniel bendijo al Dios del cielo.
20Tomando la palabra dijo Daniel:
“¡Bendito sea el nombre de Dios
de eternidad a eternidad;
porque suya es la sabiduría y la fortaleza!
21*Él
cambia los tiempos y los momentos,
quita reyes y los pone,
da sabiduría a los sabios y ciencia a los
inteligentes.
22*Él
revela las cosas profundas y ocultas,
conoce lo que está en tinieblas;
y con Él mora la luz.
23A
ti, oh Dios de mis padres, doy gracias y alabanzas,
por cuanto me has dado sabiduría y fortaleza;
y porque ahora me has manifestado lo que te hemos
pedido,
revelándonos el asunto del rey.”
24*Después
de esto fue Daniel a Arioc, a quien el rey había
dado la orden de matar a los sabios de Babilonia.
Entró, y le dijo así: “No quites la vida a los
sabios de Babilonia. Llévame a la presencia del rey,
y manifestaré al rey la interpretación.”
Daniel revela al rey el sueño
25*Entonces
Arioc llevó apresuradamente a Daniel a la presencia
del rey, a quien dijo así: “He hallado un hombre de
los cautivos de Judá, que dará a conocer al rey la
interpretación.” 26Tomó el rey la palabra
y dijo a Daniel, cuyo nombre era Baltasar: “¿Eres tú
capaz de hacerme conocer el sueño que he visto, y su
interpretación?” 27*Respondió
Daniel ante el rey y dijo: “El secreto
(cuya
interpretación) pide el rey, no se lo pueden
manifestar los sabios, ni los adivinos, ni los
magos, ni los astrólogos. 28Pero hay un
Dios en el cielo que revela los secretos, y que da a
conocer al rey Nabucodonosor lo que ha de suceder al
fin de los días. He aquí tu sueño y las visiones que
ha tenido tu cabeza en tu cama:
29Tú,
oh rey, estando en tu cama, pensabas en lo que
sucedería después de estos
(tiempos), y El que revela los secretos te hizo saber lo que ha de
venir. 30Y a mí me ha sido descubierto
este secreto, no porque haya en mí más sabiduría que
en todos los vivientes, sino a fin de que se dé a
conocer al rey la interpretación y para que conozcas
los pensamientos de tu corazón.
31*Tú,
oh rey, estabas mirando, y veías una gran estatua.
Esta estatua era inmensa y de un esplendor
extraordinario. Se erguía frente a ti, y su aspecto
era espantoso. 32*La
cabeza de esta estatua era de oro fino; su pecho y
sus brazos de plata; su vientre y sus caderas de
bronce; 33sus piernas de hierro; sus pies
en parte de hierro, y en parte de barro. 34*Mientras
estabas todavía mirando, se desgajó una piedra —no
desprendida por mano de hombre— e hirió la imagen en
los pies, que eran de hierro y de barro, y los
destrozó. 35*Entonces
fueron destrozados al mismo tiempo el hierro, el
barro, el bronce, la plata y el oro, y fueron como
el tamo de la era en verano. Se los llevó el viento,
de manera que no fue hallado ningún rastro de ellos:
pero la piedra que hirió la estatua se hizo una gran
montaña y llenó toda la tierra.
La interpretación del sueño por Daniel
36Éste
es el sueño; y
(ahora) le daremos al rey la interpretación.
37*Tú,
oh rey, eres rey de reyes, a quien el Dios del cielo
ha dado el imperio, el poder, la fuerza y la gloria.
38Dondequiera que habiten los hijos de
los hombres, las bestias del campo y las aves del
cielo. Él los ha puesto en tu mano, y a ti te ha
hecho señor de todos ellos. Tú eres la cabeza de
oro. 39Después de ti se levantará otro
reino inferior a ti; y otro tercer reino de bronce,
que dominará sobre toda la tierra. 40Luego
habrá un cuarto reino fuerte como el hierro. Del
mismo modo que el hierro rodo lo destroza y rompe, y
como el hierro todo lo desmenuza, así él desmenuzará
y quebrantará todas estas cosas. 41Si tú
viste que los pies y los dedos eran en parte de
barro de alfarero y en parte de hierro, (esto
significa) que el reino será dividido. Habrá en
él algo de la fortaleza del hierro, según viste en
el hierro mezclado con barro de lodo. 42Los
dedos de los pies eran en parte de hierro, y en
parte de barro, (esto significa) que el reino
será en parte fuerte, y en parte endeble. 43Así
como viste el hierro mezclado con barro, así se
mezclarán por medio de simiente humana; pero no se
pegarán unos con otros; así como el hierro no puede
ligarse al barro. 44*En
los días de aquellos reyes el Dios del cielo
suscitará un reino que nunca jamás será destruido, y
que no pasará a otro pueblo; quebrantará y destruirá
todos aquellos reinos, en tanto que él mismo
subsistirá para siempre, 45*conforme
viste que de la montaña se desprendió una piedra —no
por mano alguna—, que desmenuzó el hierro, el
bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha
mostrado al rey lo que ha de suceder en lo porvenir.
El sueño es verdadero, y es fiel la interpretación.”
Nabucodonosor adora a Dios
46*Entonces
el rey Nabucodonosor cayó sobre su rostro,
postrándose delante de Daniel; y mandó ofrecerle
oblaciones y perfumes. 47Y dirigió el rey
la palabra a Daniel y dijo: “Vuestro Dios es
realmente el Dios de los dioses, el Señor de los
señores, el que revela los arcanos, puesto que tú
has podido descubrir este secreto.” 48Luego
el rey ensalzó a Daniel, y le dio muchos y grandes
presentes; y le constituyó gobernador de toda la
provincia de Babilonia y jefe supremo de todos los
sabios de Babilonia. 49Mas a ruegos de
Daniel puso el rey al frente de la provincia de
Babilonia a Sidrac, Misac y Abdénago; Daniel,
empero,
(permaneció) en la corte del rey.
*
1. Para comprender la preocupación del rey
hay que tener presente, no sólo que los
babilonios veían en los sueños algo
sobrenatural, creyendo que por medio de
ellos los dioses les intimaban órdenes y les
descubrían cosas futuras, sino también que
aquí había realmente una voluntad divina,
como en el sueño del Faraón narrado en el
capítulo 41 del Génesis,
y no
ya para dar un anuncio de alcance limitado
como aquél, sino una revelación que
abarcaría todo el desarrollo de la historia.
Cf. versículo 28 s. y 45; 1, 17 y nota.
*
2.
Los caldeos: aquí como en 4, 4 y 5,
7, señala una clase de magos, o quizás a
todos los sabios babilónicos. La crítica ha
atribuido demasiada importancia a esta
denominación, tomándola como indicio de que
el Libro de Daniel hubiese sido compuesto
después del destierro, cuando “caldeos” ya
no significaba todo el pueblo, sino sólo una
casta. Aun concediendo este cambio del
significado de la palabra, no necesitamos
aceptar la opinión de los críticos, puesto
que Daniel sobrevivió al fin del destierro y
bien pudo conocer el nuevo sentido que se
daba entonces al término “caldeo”.
*
4.
En siríaco, esto es, en arameo. Con
esta misma palabra cesa aquí el texto hebreo
y empieza el arameo que se usa hasta el fin
del capítulo 7, en que Daniel vuelve al
hebreo hasta el fin de la parte
protocanónica. Su lenguaje hebreo es
semejante al de Ezequiel, y el hecho de
retornar a esa lengua patria denuncia al
verdadero autor, que se apartó de ella por
la necesidad de ser entendido en Babilonia,
cuyo idioma usual bien conocía (cf. 1, 4 y
nota). Ello no obsta a que los caldeos
hablasen al rey en caldeo, en vez de arameo,
y que estas palabras “en siríaco” sean
puestas aquí por un copista como simple
advertencia al lector de que en lo sucesivo
el relato continúa en arameo.
*
5.
Convertidas en cloacas: Vulgata:
serán confiscadas.
*
11. Los magos tienen razón, mas los
caprichos de un rey oriental solían ser tan
absurdos que exigían cosas imposibles.
Recuérdese la orden de azotar las aguas del
Helesponto, dada por Jerjes (cf. Ester 8, 1
ss. y nota), llamado Asuero en el Libro de
Ester, quien como rey de Persia se reconoce
heredero de Ciro (Ester 16, 16 y nota), o
sea, sucesor del imperio de Nabucodonosor un
siglo después del cautiverio de Babilonia, y
que, no obstante retener aún en “durísima
esclavitud” (Ester 14, 8) a los muchos
judíos que habían quedado “esparcidos por
toda la tierra” (Ester 2, 6; 3, 8; 11, 4;
13, 4 y notas), los libró de la destrucción
gracias a Ester, y les permitió seguir
viviendo según sus leyes (Ester 16, 19),
aunque “como súbditos de los persas” (Ester
16, 23).
*
17. Notemos la hermosa solidaridad
espiritual de estos amigos en el destierro.
*
18 ss. Cf. 1, 17 y notas. Daniel no confía
en las ciencias, aunque las había estudiado
con el mejor de los éxitos (véase 1, 20),
sino únicamente en la inspiración e
iluminación que viene de Dios (cf. 27 ss.).
Los cuatro jóvenes se arrodillan y,
dirigiendo sus miradas (cf. 6, 10) hacia
Jerusalén, la ciudad amada de Dios aunque
castigada entonces, acuden a Aquel que es la
sola fuente de toda verdadera Sabiduría
(Eclesiástico 1, 1 y nota). Y Dios, que en
su infinita misericordia siempre está
atendiendo las oraciones y súplicas de los
humildes, revela a Daniel el sueño del rey.
Lo que sigue en los versículos 20-23
constituye una de las más bellas alabanzas
de Dios que hay en la Biblia (cf. la oración
de Daniel en 9, 3 ss., y las de sus amigos
en 3, 26 ss. y 52 ss.). El joven profeta da
la gloria a Dios que solo conoce las cosas
profundas y recónditas y concede sabiduría y
fortaleza a los que confiados en Él se las
piden. Véase Job 12, 22; Salmo 138, 12. Cf.
Ezequiel 28, 3 y nota.
A fin
de que no se quitase la vida: Preciosa
simplicidad filial. Daniel no pretende
penetrar los misterios por ningún alarde de
ser sabio, pero no duda de que Dios se los
revelará para salvarles la vida.
*
21.
Quita reyes y los pone: De aquí el dicho
proverbial. Esa confesión de Daniel, llena
de sabiduría política y base de toda
filosofía de la historia, parece intuir ya
el contenido de aquel sueño de
Nabucodonosor, que revela precisamente el
orden puesto por Dios para la sucesión
histórica de los reinos. Cf. versículo 37
ss.; 4, 19 ss.; 5, 20 ss.
*
22. Con estas palabras, de altísima piedad,
el profeta nos previene sobre la
extraordinaria importancia del misterio que
va a ser descubierto, tan grande, que
interesa a toda la historia. Y al mismo
tiempo nos comunica Daniel una preciosa luz
espiritual para el conocimiento de Dios en
su llaneza inefable, pues, pudiendo Él
guardarse todos sus misterios, nos comunica
tantos. Cf. Amós 3, 7; I Corintios 2, 10;
Hebreos 4, 13.
*
24. No
quites la vida, etc.: La caridad de
Daniel se preocupa ante todo de salvar la
vida a aquellos hechiceros. En el capítulo 6
vemos cuan distinta es la conducta que
usaron con él los cortesanos urdiendo su
muerte, de la que sólo había de salvarlo un
estupendo milagro.
*
25. De
los cautivos: Se refiere a la primera
transmigración de los cautivos judíos, de la
cual Daniel formaba parte el año 605 (cf. 1,
1 ss.); y le llama de Judá a diferencia de
la de Israel o reino del norte, que estaba
cautivo en Asiria desde 722 (cf. IV Reyes
17, 6 y nota) y a la cual perteneció Tobías,
cuya tribu (de Neftalí) fue llevada aún
antes de esa fecha (Tobías 1, 2 y nota; IV
Reyes 15, 29).
*
27 s. La respuesta de Daniel es un modelo de
humildad. “Sólo el Dios del cielo ha podido
otorgar la revelación tan ardientemente
deseada por el rey. De una manera análoga
José había insistido delante del Faraón
sobre este privilegio de Yahvé. Cf. Génesis
41, 16, 25, 28” (Fillion). De nuevo rechaza
el profeta todo honor y gloria personal para
él (versículo 30). “Es que el verdadero
sabio, dice San Bernardo, como no se infla,
ve las cosas tales como son en sí mismas:
las divinas como divinas y las humanas como
humanas.”
Al fin
de los días (versículo 28): Estas
palabras aclaran el sentido de las
expresiones del versículo 29:
“después de estos tiempos” y
“lo
que ha de venir” (cf. versículo 45 y
nota). Scío señala aquí su alcance
escatológico y cita a Ezequiel 38, 8, que él
interpreta del Anticristo, según lo cual la
estatua de Daniel comprende “todo el tiempo
de los gentiles” (Lucas 21, 24). Cf.
Ezequiel 30, 3 y nota. De ahí la grande
importancia histórica de esta profecía.
Jesús en su discurso escatológico (Mateo 24,
15) cita otro pasaje de Daniel (9, 27).
*
31. De
un esplendor extraordinario: “Así se
escribe la historia” y, como dice Jesús, los
que dominan a las naciones aún son llamados
bienhechores (Lucas 22, 25). Nótese el
contraste con la humilde confesión de Daniel
por los pecados de Israel, de sus padres y
de sus reyes (9, 5-8). Pronto nos muestra
Dios el destino de aquel soberbio monumento
político: quedará reducido a polvo
(versículo 35). Fillion hace notar que la
estatua tenía forma humana, es decir, que
representaba el humanismo, o sea, lo que
Jesús llama “el mundo”, por oposición al
Reino de Dios.
*
32 s. Oro, plata, bronce, hierro, denotan
cada vez mayor dureza y menor calidad en la
misma estatua, hasta que aparece la frágil
arcilla en los pies. “La potestad del mundo
es una en todas sus fases. Por eso en la
visión todas estas fases están unidas en una
sola imagen” (Fillion).
*
34. Sobre esta gran piedra véase versículo
45 y nota.
*
35. Fillion llama la atención sobre el hecho
de que “así pulverizadas las partículas de
la estatua fueron llevadas por el viento de
modo que todo rastro de ellas desapareció en
absoluto”, pues la montaña llenaba toda la
tierra. Véase 7, 26 s.; Lucas 18, 8 y nota.
Cf. IV Esdras 12, 11 ss.; 13, 6 ss.
*
37 ss. En la interpretación del sueño, que
tiene gran semejanza con la visión de las
cuatro bestias del capítulo 7, los exégetas
católicos no han logrado hasta ahora una
explicación homogénea. Según la
interpretación tradicional, después del
primer reino que evidentemente es el
babilónico, el segundo sería el de los medos
y persas, los cuales dominaron al primero;
el tercer reino sería el de Alejandro Magno,
y el cuarto el de los romanos, los que
sometieron a casi todos los pueblos por el
poder de las armas (el hierro), mas no
supieron, dicen, transformarlos en un pueblo
unido, de manera que su imperio se asemejaba
a una mezcla de hierro y barro. Esta misma
interpretación siguen algunos modernos, como
Vigouroux, Knabenbauer, Fillion, Linder,
etc. Al mismo tiempo esta interpretación
afirma un paralelismo entre la visión de la
estatua y la de las cuatro bestias (capítulo
7), la cual termina, según todos lo afirman,
en la destrucción del Anticristo por la
segunda venida del Señor, y la manifestación
de su reino eterno, en tanto que ésta
terminaría según ellos en la primera venida
de Cristo, considerando que al nacer la
Iglesia pulverizó y sustituyó a todos los
cuatro imperios. Algunos protestantes siguen
igual interpretación de esos cuatro
imperios, pero para obviar aquella
dificultad sostienen que, según el
Apocalipsis, habrá un renacimiento del
imperio romano en los últimos tiempos. Otros
autores consideran que el primer reino
continuó con Darío el Medo y Ciro el Persa,
pues su reino no fue menor que el de
Nabucodonosor, ni ellos destruyeron a
Babilonia como antes se creía, sino que
continuaron aquel reino, y el mismo Daniel,
ministro de Nabucodonosor, lo fue también de
Darío, y continuaba en tiempo de Ciro. El
segundo reino sería según esto el de los
griegos, que, fundado por Alejandro, y
consolidado por Seleuco, fue menor que el
babilónico, y no dominó toda la tierra como
se dice del tercero. Éste, el de bronce,
correspondería entonces a los romanos, que
dominaron toda la tierra, y no como el de
hierro que todo lo destruye, sino, dicen,
difundiendo también su derecho y cultura, y
dividiéndose luego (del vientre a los
muslos) en dos: el Imperio de Oriente y el
de Occidente. El cuarto reino, de hierro y
barro, se inicia, según ellos, con las
invasiones de los pueblos del Norte y los
nuevos reinos por ellos fundados, y se
caracteriza por estar dividido, porque ya no
hay, como en los anteriores, una sola nación
que domine universalmente, y sólo se llama
reino en el sentido lato de régimen o
sistema político de ese último período de la
historia de las naciones que el Profeta
prevería para el tiempo final en que Cristo
retornará, no ya como en su primera venida,
naciendo de mujer y presentándose humilde
como el cordero de Dios, la Víctima
Redentora, sino como Juez que viene de
improviso, sin mano de hombre, como una gran
piedra que destruye toda la estatua del
poder mundano, culminado en el Anticristo.
Como se ve, esta segunda opinión hace
terminar el último reino con la segunda
venida de Cristo, lo cual corresponde mejor
al sentido de la profecía, pues la piedra,
es decir Cristo (versículo 45 y nota), en su
primera venida, no destruyó el cuarto reino,
el cual estaba entonces en toda su fuerza.
Transcurrieron cinco siglos antes que fuese
arruinado y sustituido por los pueblos del
Norte, los cuales llegaron a fundar un nuevo
Imperio bajo Carlomagno, el cual también se
dividió. Otros intérpretes, en fin, como
Calmet, Lagrange, Buzy, Riessler,
Goettsberger, reduciendo el alcance de la
visión al mundo oriental, refieren el cuarto
reino a los sucesores de Alejandro Magno,
que a causa de sus discordias desbarataron
la obra del gran Macedonio. En este caso, la
mezcla del versículo 43 se referiría a los
matrimonios entre las familias de los
Diadocos (sucesores de Alejandro). Como
ejemplo de esta interpretación veamos la de
Nácar-Colunga: “Esta visión representa los
cuatro imperios que desde el caldeo se
sucedieron en Oriente: el caldeo, el persa,
el macedonio y el Seléucidas o sirio. No han
faltado intérpretes que han querido ver en
este último el imperio romano, llevados de
la idea de que bajo este imperio había
aparecido el Mesías. Pero Daniel no es una
excepción entre los Profetas, que ven el
reino mesiánico al término de su horizonte
histórico.” Dentro de esta variedad de
interpretaciones, hay todavía variedad en
los detalles. Un exégeta moderno, H. Junker,
atribuye sólo al primer reino carácter
histórico y ve en los otros algún poder
humano. De ahí la necesidad que señala S. S.
Pío XII de redoblar los esfuerzos de los
estudiosos, para los cuales el Papa reclama
una notable libertad.
*
44. Un reino que nunca jamás será
destruido: No puede ser sino el reino
del Mesías. “Admirable profecía es ésta del
reino eterno de Jesucristo” (Páramo). Véase
7. 13-H; Números 24, 19; Salmo 2, 6-9; 71,
7-11; Isaías 9,6-7; Jeremías 23, 5; Ezequiel
37, 24 ss.; Lucas 1,32-33; Apocalipsis 1, 5; 19, 6.
*
45. La piedra desprendida de la
montaña sin concurso humano y que se hace
ella misma un monte (versículo 34 s.) es,
según opinión unánime, Jesucristo, el Mesías
y Salvador. Él fundará su reino sobre las
ruinas de los imperios del mundo. Él es la
piedra fundamental del reino, de Dios, como
vaticinó ya Isaías: “He aquí que pondré en
los cimientos de Sión una piedra, piedra
escogida, angular, preciosa, asentada por
fundamento” (Isaías 28, 16). Jesucristo se
llama a Sí mismo piedra en Mateo 21, 42 ss.,
donde dice a los judíos que el reino de Dios
les será quitado, y agrega: “Quien cayere
sobre esta piedra, se hará pedazos; y a
aquél sobre quien ella cayere, lo hará
polvo” (cf. Salmo 117, 22). El Mesías, en
efecto, fue piedra de tropiezo para Israel
que lo rechazó (cf. Lucas 2, 34; Isaías 8,
14; Romanos 9, 33; I Pedro 2, 7), y aquí se
presenta haciendo polvo (versículo 35) a los
imperios gentiles. También los intérpretes
judíos están de acuerdo en reconocer que
esta nueva descripción designa el reino que
según los oráculos de los profetas debía
fundar el Mesías. El monte de donde se
desprende la piedra es “probablemente la
colina de Sión que en otros oráculos
cristológicos, está en relación estrecha con
el Mesías y su reino. Cf. Salmo 2,
6;
19, 2; Isaías 2, 2, etc.” (Fillion).
*
46 s. Sobrecogido de admiración.
Nabucodonosor adora a Dios en la persona del
profeta. En la triple confesión del rey se
ha querido ver una alusión al misterio de la
Trinidad: Dios de los dioses, el Padre;
Señor de los señores, el Hijo; y Aquel que
revela los arcanos, el Espíritu Santo.
Vuestro Dios es realmente el Dios de los
dioses: Es muy admirable el que Dios
quiera presentarse en la Biblia como un Dios
determinado. Es para que atendamos a esas
mil características propias que Él nos
revela sobre Sí mismo, y le tengamos una
adhesión consciente, electiva, como la del
que siguiese por ejemplo el partido de
Júpiter por preferirlo al de otro. Claro
está que Él mismo nos dice que Él es el
único verdadero, y que “todos los dioses de
los gentiles son demonios” (Salmo 95, 5).
Pero Él no quiere que lo miremos en
abstracto, simplemente como el Creador,
porque eso no interesa a nuestro corazón,
que ya tiende a ver en Él una fatalidad
impersonal —el Fatum— a la que estaríamos
sometidos como a las fuerzas cósmicas, pero
que sería ajena a todo lo que constituye
nuestro espíritu, o sea, la intimidad de
nuestro ser, nuestros afectos, nuestra ansia
de felicidad. Es precisamente esto, más que
todo, lo que a este Dios peculiar le
interesa, y por eso más que toda otra
característica, más que toda su
magnificencia, destaca Él su bondad, que
viene de su amor por los hombres, no
cansándose de repetir que “su misericordia
dura eternamente” (Salmo 135, 1 ss.) y que
Él es el “amador de los hombres” (Sabiduría
7, 22). Más tarde nos dirá que ese amor fue
tan grande, que le hizo entregar a su Hijo
(Juan 3, 16). Éste es el Dios nuestro, y no
una vaga divinidad cuyos atributos tuviese
que adivinar la mente humana, como pretenden
los teósofos.
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