1 PEDRO 2 |
1 | 2 | 3 | 4 | 5 |
Espiritualidad cristiana.
1
Deponed, pues, toda malicia y todo
engaño, las hipocresías, las envidias y toda suerte de
detracciones,
2 y, como niños recién nacidos, sed
ávidos de la leche espiritual no adulterada, para crecer por
ella en la salvación*,
3
si es que habéis experimentado que el Señor es bueno*.
Sois sacerdotes y reyes.
4
Arrimándoos a
Él, como a piedra viva, reprobada ciertamente por los
hombres, mas para Dios escogida y preciosa,
5
también
vosotros, cual piedras vivas, edificaos (sobre
Él) como casa espiritual para
un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios
espirituales, agradables a Dios por Jesucristo*.
6
Por lo cual se halla esto
en la Escritura: “He aquí que pongo en Sión una piedra
angular escogida y preciosa; y el que en ella cree nunca
será confundido”*.
7
Preciosa para vosotros los
que creéis; mas para los que no creen, “la piedra que
rechazaron los constructores ésa misma ha venido a ser
cabeza de ángulo”*
8
y “roca de tropiezo y
piedra de escándalo”; para aquellos que tropiezan por no
creer a la Palabra, a lo cual en realidad están destinados.
9
Pero vosotros sois un
“linaje escogido, un sacerdocio real, una nación santa, un
pueblo conquistado*,
para que anunciéis las grandezas de Aquel que de las
tinieblas os ha llamado a su admirable luz”;
10
a los en un tiempo (llamados) “no pueblo”, ahora (se
les llama) “pueblo de Dios”; a los (llamados)
“no más misericordia”, ahora
“objeto de la misericordia”*.
El buen ejemplo.
11
Amados míos, os
ruego que os abstengáis, cual forasteros y peregrinos, de
las concupiscencias carnales que hacen guerra contra el alma*.
12
Tened en medio
de los gentiles una conducta irreprochable, a fin de que,
mientras os calumnian como
malhechores, al ver (ahora) vuestras buenas obras, glorifiquen
a Dios en el día de la visita.
Obediencia a las autoridades.
13
A causa del
Señor sed sumisos a toda humana institución, sea al rey como
soberano*,
14
o a los gobernadores, como enviados suyos para
castigar a los malhechores y honrar a los que obran bien.
15 Pues la voluntad de Dios es que
obrando bien hagáis enmudecer a los hombres insensatos que
os desconocen,
16 (comportándoos) cual libres, no ciertamente como quien toma la
libertad por velo de la malicia, sino como siervos de Dios.
17 Respetad a todos, amad a los
hermanos, temed a Dios, honrad al rey.
Servir, a imitación de Cristo.
18
Siervos, sed
sumisos a vuestros amos con todo temor, no solamente a los
buenos e indulgentes, sino también a los difíciles.
19
Porque en esto está la gracia: en que uno, sufriendo
injustamente, soporte penas por consideración a Dios.
20 Pues ¿qué gloria es, si por
vuestros pecados sois abofeteados y lo soportáis? Pero si
padecéis por obrar bien y lo sufrís, esto es gracia delante
de Dios.
21
Para esto fuisteis llamados. Porque también Cristo
padeció por vosotros dejándoos ejemplo para que sigáis sus
pasos*.
22
“Él, que no hizo pecado, y en cuya boca no se halló
engaño”;
23
cuando lo
ultrajaban no respondía con injurias y cuando padecía no
amenazaba, sino que se encomendaba al justo Juez*.
24 Él mismo llevó nuestros pecados en
su cuerpo sobre el madero, a fin de que nosotros, muertos a
los pecados, vivamos para la justicia. “Por sus llagas
fuisteis sanados”;
25
porque erais como ovejas
descarriadas; mas ahora os habéis vuelto al Pastor y Obispo
de vuestras almas*.
2.
La leche espiritual:
la pura y
verdadera Palabra de Dios (Hb. 5, 12 s.). En 1, 23
nos habló S. Pedro de
renacer
por la Palabra (cf. St. 1, 18 y nota). Ahora nos
habla de
crecer en la salud por medio de ella, y nos dice
que debemos anhelarla como niños.
3 s. Nótese el
proceso espiritual: primero desear sus dones (v. 2)
y luego, si hemos gustado que Él es benigno, allegarnos
a Él (cf. 2 Pe. 1, 2 ss. y nota). Es muy natural que
el que cree en la bondad de Dios aproveche para
pedirle mucho. Pero, al verlo tan bueno y admirable,
descubre que Él es también, y sobre todo, atrayente
por Sí mismo. Entonces es a Él a quien busca, y
cuando va a pedirle, le pide ante todo su amistad,
pues ha comprendido que hay mayor felicidad en Él
mismo que en todas las cosas que puede dar. S. Pedro
nos señala de esta manera el proceso de la
sabiduría.
5.
La gran
casa o templo
espiritual, así edificada sobre Él como Piedra
viva (vv. 4 y 6; Ef. 2, 20) y cuyas piedras somos
nosotros, es la Iglesia (Mt. 16, 18; Hb. 10, 21;
Judas 20). Todos somos llamados a ese sacerdocio
santo, es decir, los cristianos tenemos el derecho y
el deber de ofrecer esos sacrificios espirituales
que S. Pablo llama “sacrificios de alabanza, fruto
de nuestros labios” (Sal. 115, 8; Hb. 13, 15 y
nota). Cf. Ef. 2, 21 s.; Sal. 50, 17.
6.
Piedra angular:
Jesucristo. Cf. Is. 28, 16 y nota; Rm. 9, 33; 10,
11.
7 s. Cf. Sal. 117, 22; Is. 8, 14 s.; Mt. 21, 42; Hch. 4, 11; Rm. 9, 32 s.
9.
Sacerdocio real:
es decir,
como Cristo, sacerdotes y
reyes. Sacerdotes como Él, injertados, por el
Bautismo, en el Sumo Sacerdote celestial (Rm. 7, 6
ss.; Sal. 109, 4 y nota) y capaces de ofrecer los
sacrificios del v. 5. Y reyes como Él, partícipes de
su reino y llamados a juzgar con Él al mundo
(1 Co. 6, 2 s.; Ap. 2, 26; 5, 10).
Pueblo
conquistado: como propio Suyo, según debió serlo
Israel (Ex. 19, 4-6). Cf. Mal. 3, 17; Tt. 2, 14.
10. S. Pablo (Rm. 9,
25) hace también libremente esta cita de Os. 2, 24
(2, 25 en hebreo) y la aplica a los cristianos
venidos de la gentilidad como un ejemplo de la
soberana libertad de Dios para hacer misericordia.
Las palabras del profeta, según observa Crampon, “en
su sentido propio y literal, tratan de las diez
tribus (del Norte), corrompidas e idólatras como
verdaderos paganos separados de Yahvé y cuya
conversión, que les devolverá las prerrogativas de
pueblo de Dios, se presenta al espíritu de Pablo
como figura de la entrada de los gentiles”. ¿Hace
Pedro igual aplicación aquí? ¿O se refiere más bien,
como Apóstol de la circuncisión (Ga. 2, 7-9), a la
nueva Alianza según Oseas, tal como lo hace Pablo en
Hb. 8, 8 ss. con respecto a Jeremías? Los
comentadores suelen aplicarlo de un modo genérico a
los
cristianos, es decir, tanto a los israelitas o
judíos a quienes se dirige especialmente la Epístola
(1, 1 y nota), como a los de la gentilidad. Cf. 1,
14; Ef. 2, 11 ss.; Hb. 11,
40 y nota.
11. Comentando este
pasaje, exhorta S.
León Magno: “¿A quién sirven los deleites carnales
sino al diablo que intenta encadenar con placeres a
las almas que aspiran a lo alto?... Contra tales
asechanzas debe vigilar sabiamente el cristiano para
que pueda burlar a su enemigo con aquello mismo en
que es tentado”. Cf. 5, 8 s.; Mt. 4, 10; Lc. 22, 36;
Rm. 13, 14; Ga. 5, 16; Hb. cap. 11 y notas.
13. A pesar de que
las
autoridades civiles
perseguían
a los cristianos, predicaban éstos la sumisión a
todas ellas, y no sólo por razones humanas (para
tapar la boca a los
paganos), sino como “siervos de Dios”, de quien
viene toda potestad. Véase Rm. 13, 1-7. Es de notar
que estas palabras fueron escritas durante el
reinado de Nerón.
21. “Esta es la
vocación y éste es el carácter propio de los
discípulos
de Jesucristo:
abrazarse con la Cruz de su divino Maestro, copiar
fielmente a este divino original, imitarle en la
paciencia con que Él sufrió todos los agravios y las
persecuciones” (S. Cipriano).
23.
Al justo Juez,
es decir, al
Padre Celestial, en cuyas manos había puesto Jesús
la justicia de su causa. La Vulgata habla, a la
inversa, de entregarse al que le sentenciaba
injustamente.
25.
El Pastor y Obispo de
vuestras almas
es Jesucristo.
Cf. Is. 53, 6; Ez. 34, 5; Mt. 18, 12 ss.; Jn. 10, 11 s. y 16; Hb. 8, 1
ss.; 13, 20; cf. Tt. 2, 5.
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