Salmo 98 |
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Santidad del Rey
1*Reina
Yahvé, tiemblan los pueblos.
Sentado se ha sobre los querubines;
se conmueve la tierra.
2Grande
es Yahvé en Sión,
y excelso sobre todos los pueblos.
3Celebrado
sea tu Nombre, grande y tremendo:
¡Santo es!
4*Y
sea el honor para el Rey que ama la justicia.
Tú has establecido lo que es recto;
Tú ejerces la justicia y el imperio en Jacob.
5*Ensalzad
a Yahvé nuestro Dios,
y ante el escabel de sus pies, postraos:
¡Santo es!
6*Moisés
y Aarón
están entre sus sacerdotes,
y Samuel
entre los que invocan su Nombre;
invocaban a Yahvé
y Él los escuchaba.
7En
la columna de nubes
les hablaba;
oían sus mandamientos,
y la Ley que les dio.
8*Oh
Yahvé Dios nuestro,
Tú los escuchaste;
fuiste para ellos un Dios propicio,
bien que castigaste sus infracciones.
9Ensalzad
a Yahvé nuestro Dios,
y postraos ante su santo monte,
porque Santo es Yahvé, Dios nuestro.
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1. “También este Salmo trata del reino de Dios,
contemplando. especialmente la santidad del
Señor, manifestada en su reino. Esta santidad
resalta en el epifonema de los versículos 3, 5 y
9, por el cual se divide el Salmo en tres
estrofas desiguales: I. Se afirma el reino,
sobre todos los pueblos, del Señor que está
presente en el Templo, sentado sobre- los
querubines (1-3); II. Propia de su reino es la
justicia, que ejerce en el pueblo de Israel (4);
III. Otra virtud de su reino es la gracia con
que habló a Moisés, Aarón y Samuel, a quienes
había sido propicio aun cuando los castigo en su
desobediencia (6-8). En el epifonema de los
versículos 5 y 9, el pueblo es exhortado a
prosternase ante el Señor presente sobre el
arca” (Salterio Romano). El vate ve destruidas
todas las naciones amotinadas contra el Señor
(Salmos 2, 2; 47, 5; 109, 5 s.; II
Tesalonicenses 2, 8; Apocalipsis 16, 14 ss.; 17,
14; 19, 19), que tiene su trono en Sión (Salmo
64, 2) y mira proféticamente hacia Cristo. Rey y
Señor de los tiempos futuros. “Diferenciase este
Salmo de los anteriores en que al celebrar a
Cristo-Rey llama la atención no sobre la
alegría, sino sobre el terror que ha de
experimentar la tierra en el advenimiento de su
reinado” (Bover-Cantera).
Se conmueve la tierra: Cf. Salmos 95, 9; 96, 4; Apocalipsis 6, 12;
16, 17 s.
Sobre los querubines: Cf. Salmo 79, 2; Éxodo
25, 22; I Reyes 4, 4; II Reyes 6, 2.
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4. Sobre esta justicia véase Salmo 71, 2 y nota.
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5. Escabel
de sus pies: El arca santa. Cf. I
Paralipómenos 28, 2; Salmo 131, 7. Varias veces
se da ese nombre también a toda la tierra
(Isaías 66, 1; Hechos 7, 49), y así lo dice
Jesús en Mateo 5, 35. Muchas veces en sentido
profético se dice esto de los enemigos de
Cristo, a quienes el Padre pondrá bajo sus pies
(Salmo 109, 1; Mateo 22, 44; Hechos 2, 35;
Hebreos 1, 13; I Corintios 15, 25, etc.). Aquí
se trata, como lo dicen los versículos 2 y 9,
del trono y santuario del gran Rey en Sión
(Salmo 64, 2; Ezequiel 43, 7 y notas). Sobre el
misterio del Arca, véase Ezequiel 41, 26 y nota.
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6. Moisés
recibe aquí el rango de sacerdote aunque no lo
era. También a David aceptó Dios que le
ofreciera holocausto, lo cual era función
sacerdotal (II Reyes 6, 17 ss.). En cambio
rechazó a Saúl que hizo lo mismo (I Reyes 13, 9;
14, 34-37; 15, 12 ss.). Cf. Apocalipsis 1, 6; 5,
10. En cuanto a
Samuel, véase lo que profetizó su madre al presentarle a Dios en
Silo (I Reyes 2, 10).
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8.
Castigaste: Alude a que Moisés y Aarón, por
falta de confianza en Dios, no pudieron entrar
en la tierra de promisión (Números 20, 12; 27,
14; Deuteronomio 3, 23-29). En cuanto a Samuel,
léase I Reyes 8, 1 ss.; 16, 1.
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