Iglesia Remanente

Salmo 87

       

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* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)

 

Salmo 87 (88)

Lamento del hombre en extrema aflicción

1*Cántico. Salmo de los hijos de Coré. Al maestro de coro. Sobre el tono de “Mahalat”, para cantar. Maskil. De Hemán el ezrahita.

2*Yahvé, Dios de mi salud,

día y noche clamo en tu presencia.

3Llegue hasta Ti mi oración,

inclina tu oído a mi clamor.

4Pues mi alma está saciada de males,

y mi vida al borde del sepulcro.

5Me cuentan entre los que bajan a la tumba;

he venido a ser como un hombre inválido,

6*abandonado a su propia suerte

como los muertos;

como las víctimas

que yacen en el sepulcro,

de quienes ya no te acuerdas,

y que no son más objeto de tu cuidado.

7Me has puesto en una profunda fosa,

en tinieblas, en el abismo.

8*Sobre mí pesa tu indignación,

y con todas tus olas me estás ahogando.

 

9*Has alejado de mí a los amigos,

me has hecho objeto

de abominación para ellos;

me encuentro encerrado, sin poder salir.

10Mis ojos flaquean de miseria;

clamo a Ti, Yahvé, todo el día,

hacia Ti extiendo mis manos.

 

11* ¿Es que para los muertos

haces tus maravillas,

o se levantan los difuntos para alabarte?

12¿Acaso en las sepulturas

se proclama tu bondad,

en la tierra de los muertos tu fidelidad?

13 ¿Se harán tus prodigios manifiestos

en las tinieblas,

y tu gracia en la tierra del olvido?

14*Yo en cambio, Yahvé,

te expreso mi clamor,

y desde temprano te llega mi ruego.

15 ¿Por qué, Yahvé, rechazas mi alma

y escondes de mí tu faz?

 

16Soy miserable,

y vivo muriendo desde niño;

soporté tus terrores

y ya no puedo más;

17tus iras pasaron sobre mí,

y tus espantos me han anonadado.

18Me rodean como agua todo el día,

me cercan todos juntos.

19Has alejado de mí al amigo

y al compañero,

y mis familiares son las tinieblas.



* 1. Sobre “Mahalat”, véase Salmo 52, 1 y nota. Hemán era cantor y levita (I Paralipómenos 6, 16-23). Ezrahita: hijo de Ezrah. Aparece en este Salmo un afligido que canta el misterio del dolor llevado al sumo extremo. Pero no desespera porque su corazón descansa en Dios y su confianza inquebrantable, arguye ante el divino Padre con esa porfía sin límites que tanto nos inculcó Jesús y que parecería inconveniente a los que ignorasen la parábola del amigo importuno (Lucas 11, 5 ss.), de la viuda y el juez inicuo (Lucas 18, 1 ss.) y tantas otras lecciones que a millares nos dan las páginas sagradas. Como los Salmos 16, 17, 22, 27, 30, 34, 53, 55, 56, 70, 76, 90, 93, 139, etc. (además de los Salmos penitenciales y de los mesiánicos), es éste un verdadero tesoro para hallar consuelo en la oración.

* 2. Entre las discutidas variantes del Texto Masorético conservamos el claro y hermoso sentido de los LXX y de la Vulgata que concuerda muy bien con todo el contexto.

* 6. Como los muertos: Por amados que hayan sido, los dejamos solos en la sepultura pues nada podríamos hacer con sus cuerpos. Por la misma razón éstos ya no son para Yahvé objeto de especial providencia como lo eran cuando vivían (I Pedro 5, 7). Cf. versículo 11.

* 8. Estos sentimientos y filiales quejas se parecen mucho a los de Job, que la Iglesia ha elegido para el Oficio de Difuntos y que son instrumento riquísimo de verdadera piedad. Véase Job 7, 16-21; 10, 1-12; 13, 22-28; 14, 1-6 y 13-16; 17, 1-3 y 11-15; 19, 29-27; 10, 18-22. Respecto del sentido mesiánico véase Salmo 68, 5 y nota.

* 9. El alejamiento de los que se decían nuestros amigos es una desilusión infaltable para el que sufre la adversidad y para el verdadero seguidor de Cristo. Véase versículo 19: Salmo 68. 9 y nota; el Kempis libro II, capítulo 9: “La privación de todo consuelo”.

* 11 ss. Para los muertos: ¿Acaso las reservarías para ellos (cf. versículo 6 y nota) y no para nosotros que tanto te necesitamos? Se levantan: En presente. En futuro no podría decirse esto, pues sabemos que resucitarán (I Corintios 15, 23 y 51 ss.; I Tesalonicenses 4, 13 ss.) y así también lo esperaban los antiguos justos para la venida del Mesías (Salmos 15, 9 s., 26, 13; Job 19, 25 ss.). Entretanto el Scheol era para ellos el oscuro destino de los muertos (cf. Salmos 6, 6; 113 b, 17 y notas) y no contemplaban la propia glorificación de cada uno sino como obra del Cristo venidero, siendo esto lo que les hacía suspirar por su advenimiento. Igual cosa se nos inculca en el Nuevo Testamento, donde se habla constantemente no de la muerte de cada uno sino de la Parusía del Señor (cf. Marcos 13, 33 ss.; Lucas 17, 28-36; Romanos 8, 23; Filipenses 3, 20 s.; I Tesalonicenses 5, 1-4; I Pedro 1, 7; 5, 4; II Pedro 3, 12; Apocalipsis 22, 12, etc.), donde aparecerá nuestra gloria definitiva, y no ya del alma sola, sino también del cuerpo (cf. II Corintios 5, 3-10; Apocalipsis 6, 9 ss., y notas); no ya individual, sino con toda la Iglesia, que se unirá a Jesús como el cuerpo a la Cabeza en las Bodas del Cordero (Apocalipsis 19, 6 9), para ver finalmente glorificado sobre la tierra a Aquel que en su primera venida no tuvo sino dolores para conquistarnos esa gloria. Tal ha de ser el ansia de la Iglesia que somos todos nosotros, como la novia —así la llama el Apocalipsis— que anhela sus nupcias (Apocalipsis 22, 17 y 20; Cantar de los Cantares 8, 14 y notas).

* 14 ss. Yo en cambio, es decir: no soy mudo como esos muertos sino que día y noche te estoy rogando (versículo 1). ¿Cómo, pues, no me escuchas (versículo 15) si estoy tan necesitado? (versículo 16 ss.). Así concluye el Salmo, siendo tal vez el único en que no se deja entrever al final el consuelo de haber sido ya escuchada la oración. Esto, que lo hace aún más precioso como ejercicio espiritual de nuestra fe, es sin duda lo que ha hecho colocar este Salmo en el Oficio de los dolores de María el viernes de Pasión, porque Ella, como Abrahán, sufrió ante todo y más que nadie la prueba de su fe al ver que las promesas gloriosas del Ángel (Lucas 1, 32 s.), lejos de realizarse ya entonces (Lucas 1, 54 s.), terminaban al pie de la Cruz. Cf. Juan 19, 25 ss. y nota.