Iglesia Remanente

Salmo 72

       

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Tercer Libro de los Salmos

 

Salmo 72 (73)

La misteriosa prosperidad de los impíos

1*De Asaf.

¡Cuán bueno es Dios para Israel,

el Señor para los que son rectos de corazón!

2*Pero, mis pies casi resbalaron,

cerca estuve de dar un mal paso;

3porque envidiaba a los jactanciosos

al observar la prosperidad de los pecadores.

4No hay para ellos tribulaciones;

su cuerpo está sano y robusto.

5No conocen las inquietudes de los mortales,

ni son golpeados como los demás hombres.

 

6*Por eso la soberbia

los envuelve como un collar;

y la violencia los cubre como un manto.

7De su craso corazón desborda su iniquidad;

desfogan los caprichos de su ánimo.

8Zahieren y hablan con malignidad,

y altivamente amenazan con su opresión.

9Su boca se abre contra el cielo,

y su lengua se pasea por toda la tierra.

 

10*Así el pueblo se vuelve hacia ellos

y encuentra sus días plenos;

11*y dice: “¿Acaso lo sabe Dios?

¿Tiene conocimiento el Altísimo?

12Ved cómo tales impíos

están siempre tranquilos

y aumentan su poder.

13Luego, en vano he guardado puro mi corazón,

y lavado mis manos en la inocencia,

14pues padezco flagelos todo el tiempo

y soy atormentado cada día.”

 

15*Si yo dijere: “Hablaré como ellos”,

renegaría del linaje de tus hijos.

16*Me puse, pues, a reflexionar

para comprender esto;

pero me pareció demasiado difícil para mí.

17Hasta que penetré

en los santos arcanos de Dios,

y consideré la suerte final

de aquellos hombres.

 

18En verdad Tú los pones

en un camino resbaladizo

y los dejas precipitarse en la ruina.

19¡Cómo se deslizaron de golpe!

Son arrebatados, consumidos por el terror,

20*son como quien despierta de un sueño;

así Tú, Señor, al despertar

despreciarás su ficción.

 

21*Cuando, pues, exasperaba mi mente

y se torturaban mis entrañas,

22era yo un estúpido que no entendía;

fui delante de Ti como un jumento.

23Mas yo estaré contigo siempre,

Tú me has tomado de la mano derecha.

24*Por tu consejo me conducirás,

y al fin me recibirás en la gloria.

 

25*¿Quién hay para mí en el cielo sino Tú?

Y si contigo estoy

¿qué podrá deleitarme en la tierra?

26La carne y el corazón mío desfallecen,

la roca de mi corazón es Dios,

herencia mía para siempre.

27*Pues he aquí que cuantos de Ti

se apartan perecerán;

Tú destruyes a todos los que se prostituyen,

alejándose de Ti.

28*Mas para mí la dicha consiste

en estar unido a Dios.

He puesto en el Señor Dios mi refugio

para proclamar todas tus obras

en las puertas de la hija de Sión.



* 1. Empieza aquí el tercer libro, que comprende los Salmos 72 a 88, algunos de los cuales son también elohistas como éste (cf. Salmo 41, 1 y nota). Sobre Asaf (II Paralipómenos 29, 30), léase la nota del Salmo 49, 1. Es el presente un Salmo didáctico, en el que se trata un problema teológico: ¿Cómo se explica la felicidad de los pecadores? Y ¿cómo es ésta compatible con la justicia de Dios? Véase el mismo tema tratado en los Salmos 36, 48, 93, etc. ¡Cuán bueno es Dios! Es ésta la más alta y preciosa de todas las verdades de nuestra fe. Pero ¿la creemos de veras? El Catecismo Romano encarece, a los párrocos la necesidad de predicar a los fieles “las riquezas de la benignidad de Dios hacia los hombres. Porque habiéndole ofendido nosotros con innumerables maldades…, nos mira con el mayor amor y tiene un cuidado especial de nosotros. Y si cree alguno que Dios se olvida de los hombres, es insensato y hace al Padre de las misericordias grave injuria”. Para Israel: Lección del Texto Masorético que coincide con los LXX y la Vulgata y que conservan Vaccari, Crampón, Dom Puniet, etc. La mayoría de los modernos, por razones de ritmo, en vez de “leyisrael” (para Israel), leen “layyaschar”: para el hombre recto. Los rectos de corazón o simples son los que no tienen doblez en su corazón. Simple quiere decir “sin pliegue” (cf. Juan 1, 47 y nota). Para ellos es la alegría (Salmos 96, 11; 106, 42); para ellos la luz, aun en las tinieblas (Salmo 111, 4 ); para ellos los beneficios (Salmo 124, 4); para ellos la salvación (Salmo 7, 11) y la gloria (Salmo 31, 11); de ellos es el amor (Cantar de los Cantares 1, 3); de ellos, como de los niños, es la alabanza que a Dios le agrada (Salmos 32, 1; 8, 3; Mateo 21, 16).

* 2 ss. Esta abierta confesión del salmista muestra cuán grande y fuerte es esa tentación contra la fe. Y si flaqueamos en el pensar bien de Dios (Sabiduría 1, 1) ¿qué nos queda, puesto que sólo podemos vivir de esa fe? (cf. Habacuc 2, 4; Romanos 1, 17; Gálatas 3, 11; Hebreos 10, 38 y notas). La necesidad de evitar este tropiezo será cada día mayor a medida que avance, como lo tiene anunciado Dios, “el misterio de la iniquidad” (II Tesalonicenses 2, 3-12; Mateo 24, 6-27, etc.). Cf. Salmo 45, 3 y nota. Dios nos da para ello sus remedios en Romanos 10, 17; Mateo 26, 41; Juan 7, 14; I Corintios 2, 10-15; II Timoteo 3, 16.

* 6 ss. Pintura admirable de cómo la prosperidad y el triunfo, en vez de hacerlos agradecidos a los beneficios de Dios, sacian por el contrario y embriagan a los soberbios, cuyo mayor castigo, como observa San Agustín, es no ser castigados (versículo 18), pues la megalomanía seguirá creciendo de modo que sea más vertical y horrible su caída, como lo enseña la Virgen en Lucas 1, 51-53 y lo muestra a veces, aun en esta vida, la experiencia histórica. “Un hombre, dice Salomón, domina sobre otro hombre para su propio mal” (Eclesiastés 8, 9 ss. texto hebreo).

* 10. Texto diversamente entendido. Algunos, p. ej. Nácar-Colunga, vierten en 10 b: Sorbiendo sus aguas a boca llena (cf. Job 15, 13). Según esto, el mal tendrá trascendencia pública porque los falsos profetas no se limitan a desfogar sus pasiones sino que arrastran a las masas, ignaras e impresionables (cf. Eclesiastés 1, 15). Así el Viernes Santo, movido por el sacerdocio de Israel (Marcos 15, 10-11), gritó “crucifícale” (Juan 19, 15) el mismo pueblo que el domingo había dado por restaurado en Jesús el trono de David (Marcos 11, 10), proclamándolo Rey de Israel en nombre del Señor (Lucas 19, 38; Juan 12, 13). Así lo seducirá el Anticristo (II Tesalonicenses 2, 10 ss.) y no parará hasta que en el Templo lo miren como a Dios (II Tesalonicenses 2, 4) y la tierra entera lo adore a él (Apocalipsis 13, 12) y a su estatua (ibíd. 15). Pero el contexto muestra que aquí es otro el problema: el pueblo no alaba a esos impíos afortunados, como hace con los falsos profetas (Lucas 6, 26), sino que admira su prosperidad precisamente porque se percata de que son impíos (versículo 12). El problema que plantea Asaf está en la reflexión que esta prosperidad sugiere al pueblo escandalizado (versículos 11-14), el cual naturalmente tiende también a imitarlo “para llenarse de la misma abundancia” (Puniet). Tal es el sentido general de los LXX y la Vulgata, conservado por otros (cf. Ubach) y que coincide con Malaquías 3, 13 ss.

* 11 s. Si la prosperidad de los impíos constituye una tentación para muchos, es porque no advierten que los juicios de Dios son eternos. Si la caridad del Padre celestial lo mueve a detener el castigo, según Él mismo nos lo dice en Sabiduría 11, 20-26; 12, 1-27; Romanos 3, 28 s.; II Pedro 3, 9; Apocalipsis 6. 10 s., ¿nos quejaremos acaso de que Él sea demasiado bueno? “¿Quién eres tú, dice San Pablo, para juzgar al que es siervo de otro?” (Romanos 14, 4). La sabiduría está, pues, como lo enseña el sapientísimo Salmo 36, en conservar la serenidad, fundada sobre la segura confianza en Dios, sin alterarse frente a la iniquidad ostentosa. “Vi al impío... como un cedro... pasé de nuevo y ya no estaba” (Salmo 36, 35 s.).

* 15. Como ellos (así el nuevo Salterio Romano), es decir, como el pueblo en los versículos 11-14. Otros ponen los versículos 13 y 14 en boca del mismo salmista. De todos modos ello es para él también una tentación (cf. versículo 21 s.), contra la cual se defiende “fuerte en la fe” (I Pedro 5, 9; cf. II Reyes 11, 15 y nota), como digno “hijo” que no puede desconfiar de su Padre aunque no entienda a veces sus designios.

* 16 ss. Difícil: Humanamente; a continuación se aclara el misterio.

* 20. Tú, Señor: así el nuevo Salterio Romano. Según otros se aludiría sólo a los mismos impíos que al despertar ven la falacia de lo que soñaron. En realidad bien sabemos que Dios no dormía sino en apariencia. Cf. Salmo 77, 65, donde Él parece despertarse “como un gigante adormecido por el vino”.

* 21 s. ¡Cuán fácil es ver claro después que se va la tentación! Lo importante es dejar que pase el mal momento “en quietud y confianza” (Isaías 30, 15) “no agitando el espíritu durante la oscuridad” (Eclesiástico 2, 2). De ahí sacó San Francisco de Sales su famosa comparación de las tentaciones con las abejas, que no pican sino al que se alborota. Cf. Salmo 36, 5; Lamentaciones 3, 22-26; Santiago 5, 13.

* 24. Por tu consejo: Véase sobre este magisterio de Dios Salmo 70, 17 y nota.

* 25. Glosando este bellísimo versículo, dice Fray Luis de León: “Porque si miramos lo que, Señor, sois en Vos, sois un océano infinito de bien; y el mayor de los que por acá se conocen y entienden es una pequeña gota comparado con Vos, y es como una sombra vuestra, oscura y ligera. Y si miramos lo que para nosotros sois y en nuestro respeto, sois el deseo del alma, en quien hallamos descanso y a quien, aun sin conoceros, buscamos en todo cuanto hacemos.” Cf. Salmo 15, 2. San Pablo revela que Dios saciará esta doble ansia nuestra en Cristo “reuniendo en Él las cosas del cielo y las de la tierra” (Efesios 1, 10).

* 27. Se prostituyen: Es decir, cometen adulterio espiritual, idolatría. “Reposarse y juntarse el espíritu en cualquier otra cosa fuera del orden divino, dícese y es una fornicación espiritual” (Sto. Tomás). Cf. Santiago 4, 4; Apocalipsis 18, 3.

* 28. He puesto, etc.: Cf. Salmo 9, 15 y nota. El Señor Dios: Muchos traductores sólo leen: el Señor porque así lo indica el ritmo. Como vemos, el presente Salmo es una verdadera medicina espiritual para alegrar nuestro ánimo, según lo hizo con el propio salmista que empezó esta meditación con la mayor inquietud y la terminó lleno de consuelo divino.