Iglesia Remanente

Salmo 25

       

1 2 3 4 5 6 7
8 9 10 11 12 13 14
15 16 17 18 19 20 21
22 23 24 25 26 27 28
29 30 31 32 33 34 35
36 37 38 39 40 41 42
43 44 45 46 47 48 49
50 51 52 53 54 55 56
57 58 59 60 61 62 63
64 65 66 67 68 69 70
71 72 73 74 75 76 77
78 79 80 81 82 83 84
85 86 87 88 89 90 91
92 93 94 95 96 97 98
99 100 101 102 103 104 105
106 107 108 109 110 111 112
113 114 115 116 117 118 * 119
120 121 122 123 124 125 126
127 128 129 130 131 132 133
134 135 136 137 138 139 140
141 142 143 144 145 146 147
148 149 150        

* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)

 

Salmo 25 (26)

Confianza del hombre recto

1*De David.

Hazme justicia, oh Yahvé:

he procedido con integridad:

y, puesta en Yahvé mi confianza,

no he vacilado.

2*Escrútame, Yahvé, y sondéame;

acrisola mi conciencia y mi corazón.

 

3*Porque, teniendo tu bondad

presente a mis ojos,

anduve según tu verdad.

4*No he tomado asiento con hombres inicuos,

ni busqué la compañía de los que fingen;

5aborrecí la sociedad de los malvados,

y con los impíos no tuve comunicación.

 

6*Lavo mis manos como inocente

y rodeo tu altar, oh Yahvé,

7*para levantar mi voz en tu alabanza

y narrar todas tus maravillas.

 

8*Amo, Yahvé, la casa de tu morada,

el lugar del tabernáculo de tu gloria.

9No quieras juntar mi alma con los pecadores,

ni mi vida con los sanguinarios,

10*que en sus manos tienen crimen,

y cuya diestra está llena de soborno,

11en tanto que yo he procedido con integridad;

sálvame y apiádate de mí.

12*Ya está mi pie sobre camino llano;

en las asambleas bendeciré a Yahvé.



* 1. Este Salmo, clamor del alma escandalizada ante la corrupción del mundo, pertenece quizás a los tiempos en que David se vio obligado a huir de Saúl, o más probablemente de Absalón, lejos del Arca del Señor (II Reyes 15, 25). De ahí su ardiente deseo de volver a ver el santo Tabernáculo (versículos 6-8). Hazme justicia: Vulgata: júzgame, es decir, sé Tú mi Juez. Cf. Salmo 16, 2 y nota; 42, 1, etc.

* 2. ¡No permitas que en mí haya doblez! Cf. Juan 1, 47; 3, 19; Santiago 4, 8. Este saludable horror al contagio del mundo prueba la auténtica humildad de David. Quiere que Dios lo sondee hasta el fondo, como sólo puede penetrarlo Él (Salmo 138, 1 ss.), y extirpe con fuego cuanto pueda desagradarle.

* 3. He aquí todo un programa para andar según la verdad: tener siempre ante los ojos de la fe la bondad con que Dios nos ama (cf. Efesios 2, 4 y nota). No hay peligro, entonces, de querer apartarnos de Él, pues “donde está vuestro tesoro está vuestro corazón”. La Verdad es Cristo (Juan 14, 6), y del amor que Él nos tiene nada hay capaz de separarnos (Romanos 8, 35 ss.).

* 4 s. Ni con los inicuos y malvados, que abiertamente se apartan de Dios (cf. Salmos 1, 1; 100, 3 ss.), ni con los fingidos e impíos, que invocan a Dios por conveniencia y con doblez. Cf. Salmo 113 b, 1 y nota; Mateo 23, 1 ss.; I Juan 2, 15-17.

* 6. Los versículos 6-12 se recitan en el Lavabo de la Misa según el texto de la Vulgata. Lavarse las manos delante del pueblo era señal de no ser culpable de homicidio (Deuteronomio 21, 6 s.). También lo hizo Pilatos para protestar de su inocencia en el proceso contra Jesús (Mateo 27, 24). Es, pues, un; “gesto” que requiere conciencia recta. David no fue siempre un inocente, pero sí un penitente de perfecta contrición.

* 7. Se trata de levantar la voz delante de todos, y no de “oír”, como dice la Vulgata.

* 8. Sobre el amor de David por la Casa del Señor, véase en II Reyes 7, 2 ss., su ansia de edificar el Templo, y en III Reyes 7, 51. los tesoros que dejó él cuando supo que Dios había destinado a su hijo Salomón para construirlo. La Vulgata dice: “Amo el decoro.” A este respecto cf. sobre el Tabernáculo, Éxodo 25, 30, y sobre el Templo, III Reyes 6; Ezequiel 40 ss.

* 10. Sobre el “soborno” véase Deuteronomio 16, 19; I Reyes 8, 3; 12, 3 y las tremendas admoniciones de los Salmos 57 y 81 contra los magistrados.

* 12. Aquí, como en varios otros finales, el salmista nos muestra haber conseguido ya lo que antes pedía, como para estimular nuestra confianza en la oración. Sobre las asambleas o solemnidades, cf. Levítico 23; Números 28, 18 y 25, etc.