Iglesia Remanente

Salmo 109

       

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Salmo 109 (110)

Triunfo de Cristo rey y Sacerdote

1*Salmo de David.

Oráculo de Yahvé a mi Señor:

“Siéntate a mi diestra,

hasta que Yo haga de tus enemigos

el escabel de tus pies.”

 

2*El cetro de tu poder

lo entregará Yahvé (diciéndote):

“Desde Sión impera

en medio de tus enemigos.”

 

3*Tuya será la autoridad

en el día de tu poderío,

en los resplandores de la santidad;

Él te engendró del seno antes del lucero.

4*Yahvé lo juró y no se arrepentirá:

“Tú eres Sacerdote para siempre

a la manera de Melquisedec.”

 

5*Mi Señor está a la diestra de (Yahvé).

En el día de su ira

destrozará a los reyes.

6*Juzgará las naciones,

amontonará cadáveres,

aplastará la cabeza de un gran país.

7*Beberá del torrente en el camino;

por eso erguirá la cabeza.

 



* 1. “Breve por el número de las palabras, grande por el peso de las sentencias” (San Agustín), este Salmo, paralelo del Salmo 2 y “el más célebre de todo el Salterio” (Vaccari), goza del privilegio de haber sido interpretado por Jesús mismo (Mateo 22, 41-46). Después de señalar allí como autor a David, de modo que nadie pudiese negarlo (Comisión Bíblica, 19 de mayo de 1910), el Señor prueba con él a los judíos la divinidad de su Persona. Prueba también que el Padre le reservaba el asiento a su diestra glorificándolo como Hombre (Salmo 2, 7 y nota) —según dice el Credo: “Subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre”— y destaca sus derechos como Mesías Rey, que Israel desconoció cuando Él vino y “los suyos no lo recibieron” (Juan 1, 11; cf. Isaías 35, 5 y nota). Estos derechos los ejercerá cuando el Padre “le ponga a todos sus enemigos bajo sus pies para reunirlo todo en Cristo, las cosas del cielo y las de la tierra” (Efesios 1, 10) y someterlo todo a Él (versículo 2), en el día de su glorificación final (versículo 3), porque “al presente no vemos todavía sujetas a Él todas las cosas” (Hebreos 2, 8; 10, 12-13; cf. Marcos 16, 11 y nota). No hay pasaje, en todo el Antiguo Testamento que no sea tan citado en el Nuevo como este Salmo, y San Pablo no se cansa de citarlo como mesiánico (1 Corintios 15, 24 ss.; Efesios 1, 20 ss.; Colosenses 3, 1; Hebreos 1, 3; 5, 6; 7, 17; 8, 1; 10, 12-13), porque el Mesías es aquí proclamado Hijo de Dios (versículos 1 y 3), Rey futuro (versículos 2 y 3) y Sacerdote para siempre (versículo 4). Para cada una de estas proclamaciones habla solemnemente Dios en Persona, es decir, el Padre, tres veces sucesivas (versículos 1, 2, 4). En lo restante es David quien confirma la profecía explicando su sentido. “A mi Señor”: A Cristo, al cual David llama proféticamente mi Señor (en hebreo “Adoní”: cf. versículo 5 y nota) como a Hijo de Dios (Salmo 2, 7). Vano parece detenerse a mostrar que esto no pudo dirigirse a Salomón, ni siquiera como “tipo” de Cristo, pues aquel “rey pacífico” nunca se pareció en nada al formidable Guerrero que aquí vemos. “Siéntate a mi diestra”: Que esto no se refiere al Verbo eterno antes de su Encarnación, sino a Cristo después de su Ascensión, consta de muchos textos (Hechos 2, 34; 7, 55; Romanos 8, 34; Hebreos 1, 8; I Pedro 3, 22). Sentarlo a su diestra como Hombre, equivale a otorgar a su Humanidad santísima la misma gloria que como Verbo tuvo eternamente y que Él había pedido en Juan 17, 5. Cf. Salmo 2, 7 y nota. Hasta que Yo ponga, etc.: Esto es, hasta que llegue la hora (Hebreos 10, 12 s.) en que el Padre se disponga a decretar el triunfo definitivo del divino Hijo (versículos 2 y 3) que en su primera venida fue humillado (versículo 7). Equivale al otro artículo del Credo, según el cual desde la diestra del Padre “vendrá otra vez con gloria a juzgar a vivos y a muertos y su reinado no tendrá fin”.

* 2. Lo entregará Yahvé: Como lo anuncia Él en Salmo 2, 6: “Yo he constituido a mi Rey sobre Sión mi santo monte”, diciendo luego a Cristo: “Pídeme y te daré en herencia las naciones y en posesión los términos de la tierra” (Salmo 2, 8). “El Héroe está asociado a Dios con una intimidad que hace pensar en la del Hijo del Hombre en Daniel 7, 13 s. y aun la sobrepuja por la precisión con que está expresada” (Calès). Desde Sión impera, etc.: Así también Rembold, Ubach y otros. Esta puntuación es más exacta que si dijera: “Lo entregará Yahvé desde Sión”: pues, como bien dicen Calès, Lesétre y otros, “su imperio partirá desde Sión (Isaías 2, 3) y se extenderá sin límites, sin que ningún adversario pueda resistirle”; y así acabamos de ver que en Salmo 2, 6 el Rey es constituido sobre Sión y no desde Sión (cf. Miqueas 4, 1 ss.; Salmos 43, 3; 64, 2; 67, 16 s.; 75, 3; 131, 13, etc.). Es, como dice el Crisóstomo, una predicción de que un día Cristo someterá a su Reino la totalidad de sus enemigos, los judíos (Romanos 11, 26 s.) y los gentiles (Salmo 71, 11).

* 3. El Texto Masorético está muy lastimado (algunos piensan que intencionalmente para destruir la riqueza mesiánica de la profecía), siendo muchas las variantes que se proponen. Felizmente se conserva el texto de los LXX, fundado en un hebreo mucho más antiguo que el masorético, y a él podemos atenernos en estos casos. Como explica Teodoreto, el sentido de este versículo es el mismo de Salmo 92, 2 (cf. nota), a saber: aunque Tú eres omnipotente, pues el Padre te engendró igual a Él desde la eternidad, manifestarás ese poder cuando vengas para el juicio y llenes de esplendor a tus santos. Tuya será la autoridad en el día, etc.: Literalmente: Contigo el principado en el día, etc. La Vulgata tradujo principado por principio. El hebreo dice aproximadamente: Tu pueblo (o los príncipes) presuroso estará contigo el día de tu fortaleza sobre las santas montañas (cf. versículo 5; Zacarías 13, 9; Romanos 11, 25 ss.). Otros, en vez de fortaleza, dicen llamado (cf. Salmo 88, 16 y nota). En vez de tu poderío, algunos vierten: tu nacimiento, pero, aunque así lo anunció el ángel a María (Lucas 1, 32 s.), sabemos que “el primer advenimiento fue en la humildad y despreciado” (Canon de Muratori, Ench. Patr. 268), y Aquel a quien los Magos buscaron como el Rey de los judíos (Mateo 2, 2) de acuerdo con Miqueas 5, 2 (cf. Mateo 2, 6), lejos estuvo de ejercer entonces tal reinado sobre su ingrato pueblo (ni menos esa violencia con las naciones, descrita en los versículos 5 y 6). Así Él mismo lo declaró a Pilato sin perjuicio de confirmar su dignidad real (Juan 18, 33-38). En los resplandores de la santidad (tuya), pues el Salmo es esencialmente un elogio de Cristo mismo, y destaca de este modo el resplandor de su aspecto el día de su venida en gloria, como lo mostró en la Transfiguración (cf. Marcos 9, 1 y nota). Otros vierten: En los esplendores de tus santos (cf. Judas 14 y nota Filipenses 3, 20 s.; I Tesalonicenses 4, 16 s.). Bover-Cantera traduce: entre sagrada pompa; Prado: en fulgor santo. Él te engendró: Wutz, Rembold y otros usan también aquí el verbo en tercera persona, lo cual, como dice Calès, queda bien al contexto. Después de hablar el Padre en versículo 2 b, es el salmista quien habla en el versículo 3. Mientras en el versículo 1 y en el Salmo 2, 7 se trata de la glorificación de Cristo Hombre a la diestra del Padre, este texto, así vertido, alude a la generación eterna del Verbo, de donde se deduce la divinidad de Jesucristo por identidad de su naturaleza con la del Padre (cf. Hebreos 1, 3; Sabiduría 7, 26 y notas). Del seno. Otros: como Rey (Wutz); cual rocío (Bover-Cantera, Nácar-Colunga, Prado). Rembold vierte así el último hemistiquio: El Señor te ungió Rey en los montes santos (cf. Salmo 2, 6). Otros, según el Texto Masorético, leen así este final: En las bellezas de la santidad desde el seno de la aurora: tú tienes el rocío de tu juventud, cosa, como se ve, demasiado insegura frente al texto que adoptamos, sólidamente apoyado, como hemos visto, por el contexto y los lugares paralelos. Sobre la procedencia divina de Jesús, cf. Isaías 4, 2; 7, 14; 9, 6; Miqueas 5, 2; Zacarías 13, 7, etc. Antes del lucero: Esto es, antes de toda creatura. Quizá podría verse en el lucero una alusión a Satanás cuya derrota por el Mesías anuncia precisamente este Salmo. Es de notar que fuera de algunas menciones intrascendentes en Job (11, 17 y 38, 32), el nombre de Lucero (Lucifer) sólo se usa una vez más en el Antiguo Testamento: en Isaías 14, 12 donde es aplicado al rey de Babilonia, figura de Satanás o en todo caso de la potestad anticristiana (cf. Jeremías 51, 53; Apocalipsis 17 y 18). En cambio en el Nuevo Testamento ese mismo nombre (en griego Heósforos, variante: Fósforos) es usado una sola vez (II Pedro 1, 19), con referencia a la Parusía de Cristo, el cual había sido simbolizado por la Estrella de Jacob (Números 24, 17) y anunciado en su Nacimiento por una estrella (Mateo 2, 2). En su segunda venida se llama a Sí mismo la Estrella Matutina (Apocalipsis 22, 16), anunciando con ese nombre el galardón de su Reino (Apocalipsis 2, 28), galardón que es Él mismo (Apocalipsis 22, 12).

* 4. San Pablo, en la Epístola a los Hebreos, es el gran intérprete de este Salmo y especialmente de este pasaje, al que dedica casi íntegramente seis capítulos (de 4, 14 a 10, 25), citándolo constantemente para armonizarlo con el versículo 1 (Hebreos 5, 5-10; 6, 20; 7, 28; 8, 6; 10, 12 s.) y también con Salmo 2, 7 (Hebreos 5, 5 s.), lo que muestra una vez más la correlación de ambos oráculos. Revela así maravillosamente el celestial sacerdocio de Cristo, que no se arrogó Él, sino que esperó a que el Padre se lo diera con el juramento que aquí vemos (Hebreos 5, 4-6; 7, 17 y 28; 8, 6). Y así “una vez perfeccionado (por su Pasión) vino a ser causa de sempiterna salud para todos los que le obedecen, siendo constituido por Dios Sumo Sacerdote a la manera de Melquisedec” (Hebreos 5, 9 s.; 6, 20), es decir, con un sacerdocio para siempre porque su vida es indestructible (Hebreos 7, 16), dado que Él, resucitado, ya no puede morir como morían los demás sacerdotes (Hebreos 7, 23). Él permanece para siempre (Hebreos 7, 24; Romanos 6, 9; I Timoteo 6, 16; Apocalipsis 1, 18) y vive para interceder por nosotros (Hebreos 7, 25; 9, 24), “sentado a la diestra del Padre” (versículos 1 y 5; Hebreos 8, 1) como Ministro del Santuario celestial (Hebreos 8, 2; 9, 11 y 24) y Mediador del Testamento nuevo (cf. Hebreos 8, 6-13; 9, 15; 10, 15-18), lo cual exigía la previa muerte del testador (Hebreos 9, 16 s-; cf. Hechos 3, 22 y nota); y como el sacerdocio requiere víctima que ofrecer (Hebreos 8, 3), Él ofrece su Sangre (Hebreos 9, 14), pues “como Sumo Sacerdote de los bienes venideros... por la virtud de su propia sangre entró una vez para siempre en el Santuario, después de haber obtenido redención eterna” (Hebreos 9, 11-12). Por lo cual “hemos sido santificados una vez para siempre por la oblación del Cuerpo de Jesucristo” (Hebreos 10, 10), quien, “ofreciendo por los pecados un solo sacrificio” (Hebreos 10, 12), a diferencia de los antiguos sacerdotes que sacrificaban víctimas cada día, “para siempre está sentado a la diestra de Dios aguardando lo que resta para que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies” (Hebreos 10, 12-13). Muestra en fin el Apóstol a los Hebreos, cuán grande es la significación de este versículo que él llama “juramento posterior a la Ley” (Hebreos 7, 28) y merced al cual tenemos “confiado acceso al Santuario celestial” (Hebreos 10, 19) para recurrir al “gran Sacerdote establecido sobre la casa de Dios” (Hebreos 10, 21), al cual, dice, “lleguémonos con corazón sincero, en plenitud de fe” (Hebreos 10, 22) y caridad de unos con otros (ibíd. 24) y “confesión de nuestra esperanza” en su gloriosa venida (ibíd. 23 y 25). A la manera de Melquisedec (así también Vaccari, Bover-Cantera, Cales, Wutz, Ubach, Sánchez Ruiz, etc.). Véase sobre esto Hebreos 7, 1 ss., donde San Pablo muestra la admirable figura de Cristo que fue Melquisedec, sacerdote y rey (Génesis 14, 18; cf. Zacarías 6, 12 s.; Ezequiel 44, 3; 45, 15 ss. y 22 ss.; 46, 2 ss.) de Salem o Jerusalén (Salmo 86, 3 y nota), de paz (cf. Salmo 45, 10; Isaías 11, 6-9) y de justicia (cf. Salmo 71, 2 y 7; Isaías 32, 1; Jeremías 23, 5 ss.; 33, 15 ss.). Su sacerdocio fue distinto del de Aarón, no obstante las promesas hechas a éste y a sus descendientes (Éxodo 40, 12 s.; Números 25, 13; Eclesiástico 45, 19; cf. Salmos 105, 30; 117, 2), porque ellos murieron, en tanto que Melquisedec “vive” (Hebreos 7, 8) y “permanece sacerdote a perpetuidad” (ibíd. versículo 3). Sobre sacerdocio cf. Eclesiástico 24, 14; Hebreos 8, 4; I Pedro 2, 9; Apocalipsis 1, 6; 5, 10.

* 5. El Hijo está hoy a la diestra del Padre como en el versículo 1, ejerciendo su Sacerdocio (versículo 4) en una continua intercesión por nosotros (Hebreos 7, 24 s.), a la espera de que el Padre le cumpla la promesa del versículo 2 (Hebreos 10, 12 s.), para cumplir Él a su vez las hazañas del versículo 6. Leemos, pues, al principio Adoní (mi Señor) y no Adonai (el Señor), lo mismo que Ubach, Wutz, Calès y otros porque, como muy bien lo dice este último, “es el Mesías quien está a la diestra de Yahvé, de igual modo que en el versículo 1 s., y quien realiza lo que se expresa por los verbos de los versículos 5-7. No hay otra solución posible para el versículo 7, porque no es Dios Padre quien bebe del torrente en el camino. Y por lo tanto tampoco es Él quien ejecuta los actos enumerados en los versículos 5 y 6, a menos de admitirse una incoherencia (cf. Mateo 26, 64; Lucas 22, 69). Destrozará, etc.: algunos vierten: “destroza”, etc., poniendo los verbos en presente profético (cf. Salmos 2, 9; 44, 4-6; 67, 22), En el día de su ira, esto es, de la ira del Cordero (Apocalipsis 6, 16). Cf. versículo 6; Sofonías 1, 14 ss.; Mateo 23, 41; Romanos 2, 5 y 8; II Tesalonicenses 1, 7-10. Como observan los comentadores, este juicio, en el cual no se alude a la suerte de los justos, es descrito con los caracteres de una batalla terrible, donde el Mesías no economiza sus fuerzas pero en la que obtiene también un triunfo deslumbrante. Cf. Apocalipsis 16, 14 y 16; 17, 14; 19, 19.

* 6. Juzgará: Otros vierten: hará justicia. Sobre el significado de esta expresión véase los Salmos 92-99; 100, 2 y nota. Cf. Salmo 88, 28; Apocalipsis 11, 15. Las naciones: literalmente: los gentiles, como en el Salmo 2, 8 (cf. Ezequiel 30, 3; Daniel 2, 45; Lucas 21, 24; Romanos 11, 25). Amontonará cadáveres: También en esta violencia concuerda con el Salmo 2, 9. Cf. Salmo 110, 7; Joel 3, 9-17; Zacarías 14, 1-4; Mateo 25, 32; Lucas 19, 27; Apocalipsis 19, 11-21 s. La cabeza: Así literalmente y en singular. El sentido parece ser: al jefe, como leen algunos, refiriéndose al Anticristo. Cf. versículo 5 y nota; Salmo 149, 6-9; Apocalipsis 2, 27; 19, 15. Rembold vierte así: Juzgará a los gentiles inflados de soberbia.

* 7. Los Santos Padres han visto en este versículo el contraste entre ambas venidas del Mesías (cf. versículo 3 y nota), o sea, entre este gran triunfo anunciado a Cristo Rey y el supremo rebajamiento de su Encarnación (cf. Filipenses 2, 7 s. y nota) y de su Pasión, en la cual, para ir del Cenáculo a Getsemaní, atravesó y quizá bebió del torrente Cedrón (Juan 18, 1), como lo había hecho, en un momento semejante, el mismo David, que tantas veces fue figura de Él (II Reyes 15, 23). Cf. Isaías 61, 1 s. y nota. Los modernos tienden a interpretar este pasaje en el sentido de que el Héroe divino, como los guerreros de Gedeón (Jueces 7, 5 s.), apenas beberá un sorbo de agua al pasar, no dándose tregua ni retirándose a descansar hasta el completo aniquilamiento de los enemigos. Entonces, cuando no existan ya los que dijeron como en la parábola: “No queremos que éste reine sobre nosotros” (Lucas 19, 14 y 27), lo veremos a nuestro amable Rey, que tiene “un Nombre sobre todo nombre” (Filipenses 2, 9), levantar triunfante para siempre la sagrada Cabeza que nosotros coronamos de espinas (Juan 19, 2 s.) y que los ángeles adoraron (Juan 20, 7). Lo veremos y lo verán todos (Apocalipsis 1, 7), aun los que le traspasaron (Zacarías 12, 10; Juan 19, 37) y celebrarán su triunfo los ángeles, que están deseando ver aquel día (I Pedro 1. 7-12).